Brane Mozetic
(Liubliana, Eslovenia, 1958)
I
Cuanto más se agotaba el día,
más solo me sentía. Como si la luz
fuese destinada al ancho mundo,
a aires grandiosos y firmes.
Así que siempre he ligado por la noche,
en la oscuridad. Como si temiera
dormirme solo. Aunque sólo se trata
de dormir, cuando no necesito a nadie.
Pueden incluso irritarme,
empujarme, destaparme, despertarme.
Tantas veces me los traje a casa,
con urgencia y un deseo incomprensible
de tenerlos a mi lado, incluso contra mi gusto.
Aunque después no sabía qué hacer con ellos,
cómo despedirlos, o deseaba
que se durmieran ya y me dejaran en paz.
Claro, me esperaba el horror al amanecer,
sobre todo si estaba borracho
por la noche y sobrio por la mañana.
Tal vez deba reconocer que también
mis amores de años, si puedo
llamarlos así, tienen que ver con esto,
con noches de este estilo.
¿Les impulsaba el mismo motivo?
El de dejar el mundo para volver a casa.
Es extraño pensarlo de este modo.
Y yo imaginándome que me tenían tanto apego,
que sus sentimientos eran tan profundos, únicos,
amor irrepetible, atracción erótica, entrega.
Después, todo eso resultó fácilmente transferible
a otras personas. Y se sucedían las noches
en las que sentía un impulso inconcebible
de volver a buscar. Y hubo otras
en las que me daba cuenta de que todo
era un engaño y que era imposible huir.
Candados de amor en el Puente del Verdugo sobre el río Liublianica
II
Me sumergí en una reflexión deprimente
sobre mi propia inutilidad.
Pero si no soy una mesa
ni una silla ni una lavadora, me dije,
aunque parecería que a veces
me apeteciese serlo. Digamos
que haría girar la ropa tranquilamente,
luego con ahínco, y todos contentos.
O aquel cubo de la calle...
¡Tanta basura cabe dentro! ¡Tanta gente lo ve!
Veía una y otra vez
las exposiciones de gente inútil.
La céntrica y comercial calle "Copova ulica" de Liubliana
Los miraba, los seleccionaba y los evaluaba
desde todos los ángulos. Ése o aquél podría ser
adecuado para mí, mascullaba,
aunque no tenía claro para qué podría serme útil.
Así que prefería callarme, no me acercaba.
Pero lo peor era que nadie se acercaba a mí,
como si de verdad fuera inútil.
Así llegábamos y nos íbamos,
siempre solos, cada vez más solos.
A veces me sorprendía ver a algún viejo
conocido a quien envidiaba una vida
muy diferente, mucho más plena, o eso creía.
Lo miraba perplejo cuando,
con un gesto desdeñoso,
decía entre dientes tristemente: "Eso caducó".
Y allí estaba, preguntándose otra vez
sobre su propia inutilidad.
En aquel estado tan sombrío
me dirigí al acuario municipal.
Con la nariz pegada al cristal
miraba los peces moverse.
Una imagen tranquilizadora.
Sin duda no ansiaban ser una lavadora.
Eres tan estúpido, me dije un par de veces.
[Poemas escritos por Brane Mozetic tomados de su libro titulado: Banalidades, Madrid, Visor, 2013, 1ª edición, (traducción de Marjeta Drobnic), (prólogo de Luis Antonio de Villena), pp. 73]
Un libro de poesía sincera y dura
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