Aunque lo contradiga Maquiavelo, el fin no justifica los medios
IRRATIONAL MAN
(2015)
Otro buen drama elaborado por la
inagotable musa de Woody Allen, quien lo escribe y dirige a sus nada menos que
ochenta años de edad. En donde se nota su vejez es en la tranquilidad que
transpira la cinta a pesar de tratar un asunto espinoso como el de la
justificación moral de un asesinato cuando la víctima es un ser malvado. La
película comienza con una relajante melodía de jazz en la que resaltan los
teclados y la batería otorgándole un ritmo desenfadado. El contraste con el
rostro de preocupación del protagonista que oye la música en su coche mientras
conduce y las cosas que está pensando, concretamente la idea kantiana de que “la
razón humana está acosada por preguntas que no puede rechazar, pero que tampoco
puede responder”, o la de que “los existencialistas sienten que no pasa nada
hasta que tocas fondo”, determinan un fuerte contraste.
Ojalá la vida consistiese básicamente en dar paseos en bici por un parque
Nuestro hombre se llama Abe Lucas
y es un profesor universitario de Filosofía que acaba de ser contratado por el
Braylin College de Nueva Inglaterra. Interpretado por Joaquin Phoenix, se trata
quizá del único error en el reparto, puesto que el aspecto del personaje no es
el de un intelectual y la imagen física que proyecta es bastante repulsiva, por
lo que no es creíble ni como profesor ni como seductor de una alumna. El actor
ha tenido que tirar de todo su oficio para sacar el papel adelante, y si acaso
lo consigue es cuando se dedica a beber whisky escocés con ese aspecto de seboso
esportillero de contenedores al que contribuye la cicatriz que exhibe en un
labio.
Joaquin Phoenix se asemeja más a un costalero de los bajos fondos portuarios que a un catedrático de Filosofía en una cara universidad privada de los Estados Unidos de América
Emma Stone interpreta a Jill
Pollard, la coprotagonista que será clave por su doble código moral porque,
mientras jura amor eterno a su novio, ya se encuentra enamorada de Abe Lucas, así
que le miente a sabiendas. La rigidez ética que mostrará al final de la
historia se compadece con la del inicio. En todo caso, Emma Stone sí resulta
idónea para el rol que representa: es atractiva y tan joven como ilusionada e ingenua.
Lo que cuesta creer es que se enamore de un saco de grasa que ni siquiera
cuando diserta en clase logra convertir en ameno lo que explica.
Emma Stone actuó de un modo tan angelical como maravilloso
Hay un objeto clave en la
película que resulta encantador. Se trata de una linterna que simboliza la
buena suerte de Jill Pollard cuando Abe Lucas gana un premio en la tómbola de
un parque de atracciones y es precisamente ése el que ella elige porque le
gusta su color rojo. Un utensilio tan práctico como poco romántico demostrará
ser decisivo al final de la cinta. Este detalle por sí solo confiere un brillo especial
al argumento. Se convierte en una especie de amuleto como la estatuilla del
halcón maltés o el trineo de la infancia de Charles Foster Kane.
Parker Posey dio la impresión de ser ella misma Rita Richards, la profesora neurótica y atormentada que quiere romper con su vida gris
Uno de los grandes momentos que
viviremos en este largometraje de 95 minutos de duración vendrá acompañado de
la magia felliniana que nos remite a “La città delle donne” (1980). Sucede
cuando Abe y Jill se adentran en la sala de los espejos deformantes cuando
están disfrutando de las atracciones de feria. Las bombillas que iluminan los túneles
y pasillos nos transportarán al mundo onírico del que el gran Federico Fellini era un maestro de ceremonias. Woody Allen ya
le había rendido homenaje en “Stardust memories” (1980) al surrealista director
italiano y vuelve a hacerlo ahora.
Emma Stone en realidad no está para enamorarse de un docente barrigudo y pasado de rosca, sino para que se enamoren de ella
Parker Posey llena de sensualidad
a la profesora Rita Richards de una manera espléndida. Gracias a su
interpretación, el personaje adquiere todos los matices de morbidezza y
mortificación que requería, pues se trata de una mujer hastiada de su
matrimonio en busca de una nueva vida con otro hombre en Europa. Para soportar
su cotidianidad se evade fumando marihuana. Está tan cansada de su vida sin
horizontes que tratará de conquistar al profesor de Filosofía, y aunque logrará
ser su amante furtiva, la dureza de la vida real terminará frustrando sus
expectativas. El resto del elenco de actores secundarios está tan bien escogido
como correcto en sus desempeños particulares. La película acaba dejando el buen
sabor de boca que dejan todas las películas de este genio del cine y el teatro
que es Woody Allen, un director y escritor que nunca ha hecho un mal trabajo.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
El rodaje costó 25'7 millones de dólares