(Jiménez, Daniel: Cocaína, Barcelona, Galaxia Gutenberg,
2016, 1ª edición, pp. 188, precio de venta: 16'83 euros)
EL DIARIO DE UN COCAINÓMANO
La entrevista que Raquel Moraleja realizó al escritor en
la revista “Qué leer” (nº 218, marzo, 2016) me indujo a interesarme por esta opera prima ganadora del II premio John
Dos Passos dedicado a obras primerizas. Ver que se trataba de un cocainómano y
escritor frustrado que rechazaba el mundillo literario era un tema atractivo
por cuanto no sabía mucho de la adicción a la farlopa salvo lo que Roberto Saviano
cuenta en su magnífica obra titulada “Cerocerocero” (Anagrama, 2015), y sí
había desarrollado una cierta inquina hacia la egolatría y la mezquindad de los
escritores que cultivan una imagen pública de samaritanos de todas las causas
de moda y en el fondo son unos redomados narcisistas cuando no unos perturbados
egotistas con mentes en permanente desequilibrio.
Raquel Moraleja San José
(Madrid, 1992)
Escritora y periodista cultural
La novela en cuestión venía
envuelta en un plástico transparente, algo que me impedía echar un vistazo a su
prosa. Amablemente, la librera me permitió desenfundarla para poder realizar
algunas catas. Le dije que la compraría si comprobaba que estaba bien escrita.
De lo contrario, la dejaría donde estaba. Ella aceptó, no sé si a sabiendas de
que me iba a gustar. Dudo que fuera así, porque cuando le pregunté por un
ejemplar tuvo que buscarlo en el ordenador. De hecho, su primera reacción fue
tomarme por ignorante y decirme que a lo mejor me estaba refiriendo al best seller de Roberto Saviano.
Librería "Canaima"
Fachada del establecimiento situado en la calle Senador Castillo Olivares (antiguamente llamada "La fontana de oro" en honor a la novela de Benito Pérez Galdós), nº 7, que abrió sus puertas en marzo de 1977
La abrí por varias partes y leí,
sorprendido, viendo que allí había un escritor al estilo del Louis-Ferdinand Céline
que escribió el famoso “Viaje al fin de la noche” (1932), o de alguien muy
próximo a Bret Easton Ellis, autor del no menos célebre “American psycho”
(1991). Al terminar su lectura, ya en casa, he comprendido que quizá las
referencias de Daniel Jiménez sean más bien las de “Héroes” (Plaza y Janés,
1993) de Ray Loriga, las “Historias del Kronen” (Destino, 1994) de José Ángel
Mañas, “Nocilla dream” (Candaya, 2003) de Agustín Fernández Mallo, o “El
talento de los demás” (Lengua de Trapo, 2007) de Alberto Olmos.
Louis-Ferdinand Céline
(Courbevoie, 1894 - París, 1961)
Un narrador incontestable por su arrolladora escritura
En la narración se citan nombres
como los de David Foster Wallace, Roberto Bolaño, Arturo Pérez Reverte, Paul
Auster, Hunter S. Thompson o Enrique Vila-Matas, pero como escritores
admirados, no porque Daniel Jiménez se haya impregnado de sus estilos. Estamos
ante un escritor con fuerza que comete pocos errores, por ejemplo: “algo
prototípico de estas escenas como hemos cometido un gravísimo error”, frase
confusa a la que por lo menos le hace falta una coma después de “escenas”
(página 18); un leve leísmo admisible por la RAE al tratarse de una persona: “Tus
amigos le contratan a él”, cuando está claro que debe ser “lo contratan” puesto
que su función sintáctica es la de objeto directo y no indirecto como aparenta (página
139); donde dice “crees no puedes ser feliz” falta el nexo completivo “que”
introductor de la subordinada sustantiva en función de complemento directo “que
no puedes ser feliz” (página 143). A pesar de estos simples deslices demuestra
que ha leído algo, si bien literatura actual y de un modo tan apresurado como
su forma de escribir.
Roberto Bolaño
(Santiago de Chile, 1953 - Barcelona, 2003)
Otro gran escritor al que esperaron que se muriera para explotarlo
Ataca la cursilería que encuentra
en otros autores con toda la razón del mundo, incluso intenta huir de ella,
pero incurre en una gazmoñería consistente en mencionar referencias jugando a
las permutaciones cuando busca títulos ocurrentes para su novela: “Cocaína,
instrucciones de uso” (haciendo alusión a “La vida, instrucciones de uso” de Georges
Perec), “Diario de la cocaína” (que alude al “Diario del año de la peste” de Daniel
Defoe o a cualquier otro diario), “La cocaína infinita” (permutación de “La broma
infinita” de David Foster Wallace), llegando al colmo cuando parafrasea a
Bécquer para decirnos: “¿Qué es la cocaína? Y tú me lo preguntas? La cocaína
eres tú”. Digamos que en este caso le salva el humor.
El libro nos enseña que esnifar con billetes produce costras nasales que sangran al arrancarlas y nos enferman al infectarnos con sus bacterias
En el plano conceptual es un
error introducir una segunda hermana al final de la narración cuando el
protagonista se ha pasado toda la historia obsesionado con el suicidio de la
que hasta entonces aparecía como si fuera la única. Por otro lado, gratuito resulta
volver a repetir exactamente iguales los primeros párrafos en la coda final del
libro, a pesar de que sean magníficos. En cuanto a los aciertos, hace un hábil
manejo del recurso de la concatenación enumerativa valiéndose de un elemento que
se reitera consecutivamente, como cuando se incendia la casa y el fuego se va
propagando de un objeto a otro, o cuando en el magistral inicio que se repite
al final nos enumera todas las calamidades de las que Daniel, el cocainómano
protagonista, se ha librado.
Bret Easton Ellis
(Los Ángeles, California, 1964)
Salvo que no nos atiborra con las marcas de las prendas que usan los personajes, Daniel Jiménez escribe con un estilo muy próximo al del genial "American psycho" concebido por el escritor norteamericano
Creo que esta novela tiene como
mayor logro reflejar el mundo urbanícola de ciertos elementos jóvenes que están
dejando de serlo. Si la novela ha de ser un espejo en el camino, como quería
Stendhal, “Cocaína” (título simple y directo, sin florituras) es un documento
de primera mano para saber qué se cuece en la trastienda de algunas personas
que pasan a nuestro lado sin que nos percatemos a simple vista de cómo mantienen
una adicción tan poderosa que las domina trastocando sus conductas. Si la
literatura ha de ser útil y deleitable como pedía Horacio, este libro me ha
enseñado cómo es la rutina cotidiana de un hombre enganchado al clorhidrato de
coca adulterado, y lo ha hecho proporcionándome el placer de estar muy bien
escrito. La elección de una voz narrativa omnisciente que se habla a sí misma
en 2ª persona le confiere un tono de autoinculpación que cree merecer el
drogadicto. Alguien incapaz de liberarse de la sustancia tóxica que lo domina y
del narcotraficante que se la facilita. El remate final es un acierto literario
por su ironía: Daniel cree estar llamando a su madre, pero a quien llama es al
camello que le facilita la cocaína. En resumen, aquí tenemos a un inteligente escritor
en ciernes al que deseamos que no se malogre por el desaliento que pueda
provocarle la falta de recepción a su obra.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
Daniel Jiménez
(Madrid, 1981)
Demasiado guapo como para que no lo envidien e intenten anularlo tanto los escritores establecidos como los amargados por el fracaso
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