"Gala en Portlligat"
Salvador Dalí
(Figueras, 1904 - 1989)
ESBOZOS, FRAGMENTOS Y APUNTES
En un animal social tan jerarquizado como el ser humano
causa repugnancia la hipocresía demagógica de quienes prometen en su discurso
político la igualdad.
La ideología del igualitarismo ha servido para aplastar en la miseria y en la ausencia de esperanzas por progresar, además de mantener bajo control y explotar a la población en regímenes totalitarios comunistas.
A los mediocres les encanta oír hablar de igualdad porque piensan equipararse así a los excelentes. No pudiendo elevarse emulándolos, se solazan con la idea de que la sociedad entera sea nivelada por lo bajo.
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La ideología del igualitarismo ha servido para aplastar en la miseria y en la ausencia de esperanzas por progresar, además de mantener bajo control y explotar a la población en regímenes totalitarios comunistas.
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A los mediocres les encanta oír hablar de igualdad porque piensan equipararse así a los excelentes. No pudiendo elevarse emulándolos, se solazan con la idea de que la sociedad entera sea nivelada por lo bajo.
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Igual que conocer a una celebridad puede ser decepcionante
por su mal carácter, lo mismo es posible que ocurra con los hipotéticos
filántropos de izquierdas. Mucho dogma solidario de boca para fuera y mucha malignidad
y codicia frustrada en sus adentros.
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Los jóvenes piensan que tienen razón y que los viejos están
equivocados. Es un error reincidente del que sólo saldrán cuando se hagan
viejos y otros jóvenes vengan a refutarles. Pero claro, para entonces de nada
les valdrá, salvo para rumiar remordimientos, porque será demasiado tarde.
El mal se impone sobre el bien porque dispone de más medios
y carece de escrúpulos. Las masas viven gobernadas por delincuentes disfrazados
de políticos. Los hay que alegan títulos universitarios que no poseen, los hay
que pagan por tesis doctorales que no hicieron, los hay que son empresarios que
buscan cuotas de mercado desde el poder y quienes gestionan los intereses de
multinacionales y lobbies con vocación monopolista. El espectáculo, para que
sea soportable, se reviste de cinismo: es el mal que se disfraza con los
ropajes del bien.
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En España a la antigua "derechona" y a la vetusta "izquierdessa" les
ha salido una antigua castuza neoestalinista que se presenta como nueva. Propone
mejoras salariales y una renta universal básica, pero para lograrlo pretende aumentar
los impuestos hasta asfixiarnos y convertirnos a todos en menesterosos de las
limosnas de su gobierno.
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Los instintos criminales de muchas personas se notan en su
afán caricaturesco por etiquetarnos. Te endosan la estrella amarilla de judío,
de "facha" o cualquier otro marbete para poder reducirte a un solo plano que pueda
ser fácilmente tachado como una lombriz siendo aplastada por un zapato.
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Las redes sociales parecían un lugar idóneo para ejercitar
el debate, sin embargo, decepciona comprobar cómo en ellas no hay apenas espacio
para la discrepancia y prolifera la anuencia, cuando no la adulación sin
recato. Parecen canales abiertos a la diversidad de opiniones y no lo son porque, en cuanto
al pensamiento, son arterias esclerotizadas por el monolitismo ideológico que padecen la obstrucción de la miopía y la intolerancia contra quienes piensan diferente o simplemente piensan en lugar de asentir.
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Cuanto más descubro y aprendo, sin parar, más reparo en cuanto
ignoro. ¿Por qué entonces tanta gente presume de saberlo todo y es tan tajante
en sus afirmaciones? Precisamente por su narcisismo sabelotodo con el que se encumbran les molesta la
sabiduría de los demás, aquella que delata su ignorancia.
Los señores feudales conformaban la misma clase social extractiva que en la actualidad los gobernantes de organismos plurinacionales, países y autonomías. Todos gastan por encima de los impuestos recaudados y no se aplican las reglas de austeridad que antes se exigía a los campesinos y hoy a los ciudadanos. Han cambiado los collares, pero los perros carnívoros siguen siendo los mismos.
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En un mundo hostil como el que estamos construyendo, sin
seguridad ni estabilidad en el empleo, sin garantías de prosperidad ni de
reciprocidad sentimental sincera, deslocalizados los puestos de trabajo y
quebrada la unidad familiar y el respeto a valores que la tradición de siglos
conformó para la adaptación a la naturaleza y a nuestra propia esencia, en
un momento histórico donde se juega a la ingeniería social de nueva ola desde
la irresponsabilidad con las consecuencias y el desconocimiento de las raíces
sólidas de comportamientos ancestrales que se desprecian, en una sociedad falsa
y cruel plagada de prohibiciones y normas con gobiernos que esquilman y engañan
a sus bases electorales, donde sangra una violencia de género cuya hemorragia no se detiene con unas pancartas a modo de vendas, nos dirigimos, como si no hubiéramos aprendido nada
del pasado, o peor, como si estuviéramos involucionando, hacia el caos del
sálvese quien pueda y el odio fratricida de otra guerra civil española.
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Un simple motivo por el que la vejez debería ser respetada
es el mayor esfuerzo que cuesta gestionar un cuerpo deteriorado por los años.
Pero tal como ocurre en esta época más que en ninguna otra, se exalta, consiente y
mima a una juventud egoístamente entregada a su propio ocio que se enfanga en el ombliguismo.
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Si el hombre es un depredador cauteloso: ¿por qué te fías de
su sonrisa que contiene los mismos incisivos con los que irá a desgarrarte
cuando la ocasión le sea propicia? ¿Por qué crees al hombre que inventó las
palabras con las que hace manejo de una esgrima verbal tras la que escudarse
antes de clavarte una estocada? ¿Por qué creí tanto en la gente cuando era
joven, si después vi con estupefacción cómo son en realidad una jauría de lobos
oportunistas, desequilibrados, ventajistas y aprovechados?
La mayor parte de los libros que se exponen hoy en los escaparates y anaqueles de las librerías pertenece más a la industria del entretenimiento que a la literatura de resonancias profundas.
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La mayor parte de los libros que se exponen hoy en los escaparates y anaqueles de las librerías pertenece más a la industria del entretenimiento que a la literatura de resonancias profundas.
(Reflexiones escritas por Andrés González Déniz)
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