Manifestantes islámicos identificándose con los terroristas
que sembraron el horror en París el 13 de noviembre de 2015
LA IZQUIERDA ESTÚPIDA
El terrorismo ha logrado uno
de sus propósitos fundamentales: que la posibilidad de morir violentamente,
descerrajado por una bomba en el metro o tiroteado al azar en una terraza, se
haya convertido para cualquiera de nosotros en un gaje del oficio de la vida.
Hay que aceptarlo con cierto estoicismo: la barbarie yihadista le ha encontrado
las vueltas a la democracia. Es curioso cómo el mundo occidental ha tenido la
suficiente inteligencia colectiva para crear el más refinado de los sistemas
políticos y sociales y al mismo tiempo es capaz de desplegar la estupidez
necesaria para no saber defenderlo con eficacia. Admitámoslo: somos víctimas de
nuestra propia debilidad y podemos perecer por ella. Pero lo que de ningún modo
podemos admitir es que seamos encima culpables, siquiera remotos, como pretende
cierta izquierda. Esa izquierda tuerta, sectaria, ignorante, de un fanatismo
hemipléjico, que cree que el fundamentalismo islámico es la nueva expresión,
planetaria y radical, de la lucha de clases.
Fachada del aeropuerto de Zaventem en Bruselas tras la explosión
de dos maletas con explosivos el martes 22 de marzo de 2016
Todos esos tipos que en su
infinita necedad sostienen que la violencia islamista es una respuesta a la
agresión imperialista de Occidente, o la incapacidad europea para integrar a
unos inmigrantes que se resisten a ser integrados, comparten en el fondo el
mismo odio que sienten los terroristas a los valores de la sociedad abierta.
Esa sociedad generosa que les permite desplegar su mentecato discurso de
simpleza ideológica. Con una diferencia: los terroristas no se sienten
culpables. No tienen ningún remordimiento por su furor liquidacionista. Y no
hacen distingos en su designio exterminador, que por indiscriminado afecta
también a los comprensivos defensores de su legitimidad moral o de sus
supuestas causas atenuantes. Y se los piensan llevar por delante del mismo
modo.
Andrés Rábago García
(Madrid, 1947)
Por eso esta clase de izquierda,
o de extrema izquierda, es la más estúpida de Europa. Porque en su rencor
antisistema tiende a empatizar con los enemigos de la civilización de la que
forma parte. Porque en su cerrazón resentida no comprende que ella también es
el objetivo de un proyecto de destrucción global que la incluye. Porque en su
indigencia doctrinaria confunde los motivos de su propia animadversión al
capitalismo con las raíces de una guerra de religión iluminada por principios
medievales. Porque ni siquiera percibe la incompatibilidad radical de su
pensamiento laico con el delirio fundamentalista. Porque en su cósmica torpeza
dogmática identifica en el enemigo un vago parentesco en vez de una amenaza.
Combatientes del Estado Islámico en Irak, organización militar
surgida en el año 2002 como una escisión de Al Quaeda
Esta guerra la podemos perder por desidia, por ineptitud,
por pusilanimidad, por timidez. La Historia está llena de casos así, de
civilizaciones superiores que declinan dormidas en su confortable
ensimismamiento. Puede ocurrir. Pero al menos debemos saber que llevamos razón.
Lo que resulta de un entreguismo insoportable es morir creyendo que nos lo
merecíamos.
(Artículo de
opinión escrito por Ignacio Camacho y publicado
por el periódico “ABC” el
martes 29 de marzo de 2016)
Ignacio Camacho
(Marchena, Sevilla, 1957)
Periodista, escritor y licenciado en Filología Hispánica
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