"RAMUNTCHO"
Entro distante -como casi siempre-
y la interrogo sin mirarla a los ojos:
¿Hay colonia de mujer? Sonríe,
y en su mirada observo distraído un lago de humedades.
Manipula perfumes, baraja olores
como una mujer experta en esas lides.
La marca poco importa: un aroma suave.
No estridente. Porque la perfumería es algo
personal de la piel de los ángeles.
No hay ritmo en las palabras. Todo se ruboriza
como un semáforo de calle en viernes.
No quiero untarla en mi piel y ella se ofrece
como buena dependienta. Me da a oler su muñeca,
luego su mano izquierda. Unta otra en el brazo,
me dice que espere. Aguardo. Me da luz verde.
Sin pensarlo extrae de la vitrina
un frasco bellísimo e indica que es de las más caras.
Aprieta dulcemente el botón con sus uñas pintadas en rosa
y unta su cuello. Me invita a oler junto a su rostro.
Cierro los ojos y todo mi cuerpo vibra
como una batidora eléctrica.
Se ha dado cuenta y sonríe. Dice que espere
y vuelve a invitarme de nuevo.
Sofía Villani Scicolone
"Sofía Loren"
(Roma, 1934)
La sangre me estalla en las sienes,
y observo con estupor que también ella cierra los ojos.
Somos extraños en la perfumería
y ella sabe perfectamente que hay otra mujer cuyo destino
es poseer ese perfume.
Me habla saboreando las palabras,
afina la dicción, está alterada.
Al fin, elijo el que ella misma me indicó al principio.
Lleva una falda corta de napa,
zapatos de tacón, medias de seda
y un niqui de angorina que invita
a acariciar sin rubor sus senos.
Se vuelve, da la vuelta, sale
del mostrador. Me mira fijamente
una y otra vez. Al fin, junto a la caja
se agacha para coger una bolsa.
Scarlett Johansson
(Nueva York, 1984)
En cuclillas su figura son muslos desnudos,
arropados apenas por las medias claras.
Al fondo del abismo se asoma
su monte de Venus: su sexo palpitante, entero.
Me estremezco y me mira. Se da cuenta
y sonríe compasiva, quizás, sin descaro.
Después de unos instantes eternos
se incorpora con la bolsa y el perfume
en sus manos. Lo envuelve
con lentitud, saboreando los instantes,
como si intentara detener el tiempo
para siempre. El papel de regalo,
un lazo rojo. Toda una eternidad de deseos sin fruto.
Me mira fijamente:
Y la perfumería de sus muslos
se graba en mi cuerpo para siempre.
[Poema de Antonio Rodríguez Jiménez extraído del libro Una hebra de esplendor (Antología poética 1979-1999), Excmo. Ayuntamiento de Málaga, 2000, pp. 234, p. 128]
Nota bene: el título del poema, "Ramuntcho", parece aludir al rótulo de la perfumería en cuestión. Al menos eso es lo que recuerdo de una conversación mantenida con el autor hace nueve años.
Antonio Rodríguez Jiménez
(Córdoba, 1959)
Caramba, pues me imagino que en la perfumeria en cuestion le regalarian el perfume de por vida!
ResponderEliminarEsa publicidad es impagable.
Que lujo que se haga en un poema!
Buenas noches, monsieur
Bisous
Absolutamente sensual!Y originalísimo!
ResponderEliminarGracias por hacerme conocer a otros poetas.
Un abrazo.
(y qué bien suena Aranjuez...)
A veces creo se aprende más estudiando que escribiendo, esta es una de ellas.
ResponderEliminarMe encantó
cálido abrazo