jueves, 29 de octubre de 2009

Mariscal del Barcelona y Príncipe de Rumanía


Popescu alzando la Recopa de Europa en 1997

El planeta del fútbol se aleja de mí y con la distancia interpuesta me va diciendo cómo se acerca la muerte, tan callando, porque los magníficos atletas del balón que mis ojos disfrutaron no se volverán a repetir. No regresará nunca una línea defensiva que por sí misma era todo un espectáculo. La formaban principalmente Laurent Blanc, Diego Couto y Popescu. Con Vítor Baía bajo los tres palos, Sergi Barjuán y Albert Ferrer cubriendo los laterales. Era una defensa de ensueño.

Defendiendo los colores de su tierra

Si Popescu caía lesionado, teníamos la opción de Nadal o Abelardo. En la línea de creación destacaban Luis Enrique y Guardiola. Y como trío atacante, ahí es nada: Stoichkov, Figo y Ronaldo, los tres en el mejor momento de sus carreras deportivas. Mirar los viejos álbumes con fotos de ligas pretéritas te dice bien a las claras cómo se ha ido un tiempo irrecuperable y cómo has envejecido, cómo una parte de ti se ha muerto con la desaparición de tus ídolos sobre los terrenos de juego. Cuando miro el césped del Camp Nou todavía me parece que voy a verlos jugar, que deben estar calentando en el vestuario, que mis figuras favoritas han de estar sufriendo, presas del nerviosismo, ante un partido importante. Y todo para dar el placer al público de un portentoso desgaste físico y aquel malabarismo balompédico sólo al alcance de unos pocos elegidos que llegaron a la cumbre.

Pertenecía a la clase de los triunfadores

Gheorge Popescu fue el único hombre capaz de considerarse digno sucesor del kaiser Franz Beckenbauer. El líder de la contención, el general capaz de salir con el balón controlado. El deportista de Cristo con la cadena y la cruz colgando siempre en su pecho. Popescu, con sus 1'88 centímetros de altura y 83 kilogramos de peso, fue el futbolista más completo del mundo en su demarcación. Hasta seis veces lo eligieron como mejor jugador rumano y siempre fue indiscutible su titularidad en la selección absoluta.

Dirigió a un Barcelona triunfante hacia la gloria

Con el FC Barcelona ganó una Recopa de Europa en Rotterdam frente al París St. Germain. Ocurrió el 14 de mayo de 1997. Venía de ganar la Supercopa de España en 1996 y, no conforme con estos títulos, aun añadió una Copa del Rey en 1997 a las vitrinas del Barça. Teniendo en cuenta que aterrizó en el aeropuerto del Prat en 1995 y se marchó tres años más tarde, su saldo arroja un título por temporada, lo que no está nada mal jugando en una liga, la española, donde algo siempre olía a podrido en los arbitrajes favorables al club blanco. Él y sus compañeros pudieron con la podredumbre madridista. Él y luchadores como Bakero, Amor y Roger, dieron fe de que era posible ganar jugando limpio.

Ganó hasta seis botas de oro en su país natal

En la retina quedará la figura de un futbolista que parecía dirigir con la mirada el balón a donde quería. Un mariscal que ordenaba la colocación de los compañeros con los brazos y un príncipe que levantó la última Recopa de Europa de color azulgrana antes de que dicha competición, que nunca pudo conquistar el Real Madrid, desapareciera. Larga vida a este líder blaugrana en nuestra memoria. Salud eterna al central que defendía la camiseta amarilla de la selección rumana de fútbol. Visca el mariscal del Barça per saecula saeculorum.

Gheorge Popescu
(Rumanía, 1967)

PALMARÉS

3 Ligas, 2 Copas turcas, 1 Copa de la UEFA y 1 Supercopa de Europa con el Galatasaray

1 Copa del Rey, 1 Supercopa de España y 1 Recopa de Europa con el Fútbol Club Barcelona

2 Ligas holandesas con el PSV Eindhoven

1 Liga con el Steaua de Bucarest

2 comentarios:

  1. Los viejos tiempos nunca vuelven, ni en el fútbol, pero podemos disfrutar de lo que nos traen los nuevos. Ahora hay un Barça que nos vuelve a hacer soñar, aunque sea de otra forma.

    En esta época que con la excusa de Popescu retratas fue cuando me consolide como culé.

    Echo de menos las dos ligas de Tenerife. Ojalá volvamos a vivir algún fin de liga similar.




    John W.

    ResponderEliminar
  2. Ay monsieur, usted ve una camiseta amarilla y es que se pierde!
    Ya le da igual que sea un equipo de Rumania o de la cochinchina.
    Pero como no renueve usted a sus idolos, mal le veo.

    Feliz jueves, monsieur

    Bisous

    ResponderEliminar