domingo, 8 de mayo de 2011

El objetivo quizá sea destruir la familia tradicional



MISIÓN: ATOMIZAR LA UNIDAD FAMILIAR

El primer paso se dio en 1978 con la primera ley del divorcio impulsada por aquel ministro conservador, vivaracho y pertinaz, el malogrado Francisco Fernández Ordóñez. De ella se alabó lo positivo: regularizaba una situación personal y dejaba a cada cónyuge rehacer su vida sin tener que seguir soportando una convivencia rota de manera irremediable. Se ocultó el desequilibrio resultante en las prestaciones económicas, como el pago de la hipoteca y la custodia de los hijos, que quizá subyazcan como mar de fondo de muchos maltratos y crímenes posteriores. Se silenció el filón de oro que suponía generar el doble de dispendios en personas divorciadas, cada una con necesidades propias de vivienda, mobiliario, vehículo, electrodomésticos, etc., donde antes había una sola entidad familiar que agrupaba los gastos y en la que unos miembros podían ayudar a otros.


 

El segundo paso fue la equiparación del matrimonio convencional con el nuevo "virinomio" de hombres casándose entre sí y el "uxorinomio" de mujeres haciéndolo entre ellas. La tercera vía de agua fue el "divorcio exprés", ultrarrápido, megabarato y a la carta. Entretanto, convenía ir exaltando la figura del hogar monoparental hasta el punto de acabar reconociendo que en más del 90% de los casos sería más justo llamarlo "monomarental", porque se trata casi siempre de una madre cuidando a sus retoños. A la vez, era conveniente ir culpando a los demonios domésticos de toda clase de odios, perversiones, abusos sexuales, acosos y violencia de género en el seno familiar. Sin embargo, incurrían en la leve contradicción de tildar de anacrónica a la familia y al mismo tiempo desear formar una con el mismo nombre de "matrimonio" los colectivos de gays, transexuales y lesbianas.


Keith Haring
(Pennsylvania, 1958 - New York, 1990)


El cuarto paso consistió en la propuesta de no respetar el orden de los apellidos en un intento más por aislar al individuo de su raíces anulando en la medida de lo posible su pasado. Desde luego, el adoctrinamiento progresista tiene en la "telegritonería" que promueve y en el modelo educativo igualatorio de la mediocridad y la falta de respeto a la autoridad docente, valiosas herramientas para la implantación de su pretenciosa ingeniería social. El quinto avance ya está en ciernes: implicará la supresión del "Libro de familia", para que cada cual sea cada quien y nada más. Parece mentira que los homosexuales constituyan aproximadamente el 10% de la población y hayan presionado para conseguir estos logros, sobre todo una ley de unión civil a la que un pequeño porcentaje de ellos se ha acogido porque todavía entre sus filas quedan sensatos capaces de valorar la libertad. De hecho, algunos de los que prefirieron casarse ya han probado las amargas hieles de un proceso de divorcio.




Conseguido el objetivo punto por punto, lo que faltaba saber era la finalidad. Pues muy simple: la meta es la explotación servil de las personas. Al anular los lazos tribales de sangre, el individuo queda a expensas de la empresa para la que trabaja y de un hipotético Estado protector. Ambos estamentos se encargarán de exprimirlo y manipularlo a conveniencia. La conexión mediante la informática y la telefonía móvil logrará que el sujeto esté localizable las veinticuatro horas del día para lo que el jefe demande y la autoridad requiera. Ahora bien, la pregunta que deberíamos hacernos es si quienes diseñaron este plan anticatólico para las masas representan a la mayoría de la población, o si la estrategia proviene de élites, países o culturas para quienes lo que nos predican (la desunión familiar) es lo que practican, dícese de influyentes grupos de presión, organismos financieros, cúpulas de partidos políticos y mafias criminales en las que paradójicamente priman valores tan familiares como la jerarquía, la fidelidad, la obediencia, el silencio con los trapos sucios y el respeto al superior.



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