Siempre he creído que Zapatero es el político más moderno de nuestro tiempo, por no decir el perfecto paradigma de la época que nos ha tocado vivir. Es frívolo, banal, inconsistente y carece de ideología, cualidades que le deberían haber llevado al triunfo pero que le han conducido al fracaso. Lo que me sorprende es que un líder tan hábil en lo mediático y tan políticamente correcto haya recibido un varapalo tan duro de las urnas. He pensado desde el domingo en esta paradoja y he encontrado la respuesta: Zapatero ha fracasado porque ha traicionado su propia naturaleza, ha querido ser un político serio e incluso se ha creído que podría ser un estadista.
Si Zapatero hubiera seguido derrochando dinero, apostando por sus experimentos de ingeniería social y no dejando que la realidad perturbara sus ensoñaciones, no habría perdido estas elecciones. Pero lo que ha resultado imperdonable para su electorado es que Zapatero ha traicionado la esencia del zapaterismo, que era la pura inconsciencia en un mundo feliz. Si alguien no podía acometer una política de ajustes y sacrificios era el líder buenista que nos había prometido el cielo en la tierra, aquel republicanismo cívico que nos llevaría a todos al paraíso. El gran error de Zapatero fue no irse a casa hace un año cuando sus socios europeos le obligaron a seguir un camino que él jamás habría tomado. Ahora también le quiere echar su propio partido.
Es falso que el electorado haya castigado a Zapatero por no ser capaz de afrontar la crisis, algo de lo que era evidentemente incapaz porque nunca ha tenido el menor sentido de la realidad. Los votantes le han dado una patada en el culo por intentar dejar de ser ese político vacuo, inútil, inconsecuente que siempre ha sido y que seducía por su sonrisa y su talante. Mucha gente amaba en él su parecido a Mr. Chance, pero no ha tolerado su transmutación en Angela Merkel. Y es que la esencia del zapaterismo eran los días de vino y rosas, las festivas multitudes por las calles, el optimismo antropológico, los guiños a las minorías y su pasión por la marginalidad. Le habíamos votado para que nos hiciera felices y no para recordarnos que vivimos en un valle de lágrimas.
Si Zapatero hubiera permanecido fiel a sí mismo, a esa idea hegeliana de la racionalidad de lo real que tanto cultivaba, podría haber culpado al PP y a los banqueros de la crisis y de los cinco millones de parados. Pero ya no puede porque se ha traicionado al abrazar los valores del capitalismo financiero que antes denostaba y al apuntarse al neobelicismo cameroniano en Libia. Es esa incoherencia lo que le ha hecho perder las elecciones y lo que ha empujado a decenas de miles de jóvenes a la calle. Mientras Zapatero entona el réquiem por una izquierda europea que ha desaparecido, ellos sueñan en la Puerta del Sol con la utopía que pregonaba antaño aquel risueño político leonés, devorado hoy por sus ansias de reivindicarse ante la Historia a costa de traicionarse a sí mismo.
(Columna de Pedro García Cuartango publicada por el diario
“El Mundo” en su edición de hoy miércoles, 25 de mayo de 2011)
Andrés, eres impresionante en la búsqueda de artículos; gracias por compartirlos; y gracias por agregarte a Palabras al viento.
ResponderEliminarMuakisssssssssssssssssssssss
Buenas noches Andres, es tal su rapidez mental y su practica y hábil inteligencia que no deja de sorprenderme su post.
ResponderEliminarDe nuevo fue un placer "visitarle" estimado amigo.
Saludos.
Una mujer