Escribe Spinoza que "el soberbio ama la presencia de los parásitos o de los aduladores y odia la de los generosos". La soberbia es uno de los peores pecados capitales porque uno se eleva sobre los demás y pierde la conciencia de sus límites. Es una conducta que lleva a la ceguera intelectual y al menosprecio del prójimo. San Agustín se levantaba todos los días pidiendo a Dios que le protegiera de ese mal. Es evidente que Mourinho no sólo no sigue la práctica del santo de Hipona, sino que compite contra sí mismo por alcanzar las más altas cotas de este pecado. Su última rueda de prensa fue ejemplo de hasta dónde puede llegar un ser humano preso de una vanidad enfermiza y de una prepotencia que le hace perder el sentido de la realidad.
Su conducta me recuerda la de Tarquinio el Soberbio, último rey de los romanos, que no consentía que nadie le llevara la contraria ni menoscabara su enfermizo sentido del honor. Comenzó su reinado prohibiendo que se enterrara a su yerno asesinado, del que tenía celos. Tarquinio reinó en Roma durante un cuarto de siglo, una etapa en la que atemorizó a sus súbditos y erigió monumentos que testificaban su grandeza. No toleraba que nadie le llevara la contraria y era implacable contra sus críticos. Un tal Herdiondo, oriundo de Aricia, se atrevió a pedirle explicaciones por llegar tarde a una asamblea y Tarquinio ordenó colocar falsas pruebas en su casa para incriminarlo y luego condenarle a muerte.
El afán de protagonismo de Mourinho se acerca al de Tarquinio. Sólo es capaz de hablar de sí mismo. El espectáculo es él y no lo que sucede en el campo, por muy importante que sea el partido. Incapaz de asumir la menor autocrítica, recurre a fantasmagorías para engrandecer su figura y denostar al contrario, como hacía el monarca romano. Estos personajes ven la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio. Tarquinio interpretaba cualquier signo como prueba de su infalibilidad, lo que le llevó a ordenar la construcción del Capitolio. Sólo un ego tan desmedido como el de Mourinho es incapaz de reconocer el ridículo de su equipo frente al Barça.
Cloaca Máxima de Roma ordenada construir por Tarquinio
No hay duda de que el portugués es un buen entrenador, pero Tarquinio también era un gran estratega militar y un prudente gestor que ha pasado a la historia por su soberbia, una mancha indeleble que empequeñece todo lo grande. Mourinho se considera más importante que el oscurecido Florentino, que su equipo, que la afición y que Dios. Interpreta todo lo que le pasa al Madrid en clave personal y dice que este mundo es una mierda, aunque él es un millonario privilegiado. Tarquinio fue castigado por proteger a su hijo, que había violado a la virtuosa Lucrecia, también por una cuestión de mera soberbia. La vida es larga y quien a hierro mata, a hierro muere. El problema de Mourinho son los resultados. ¿Dónde están para justificar tanta autosuficiencia?
(Artículo de opinión escrito por Pedro García Cuartango aparecido en el periódico "El Mundo" el sábado 30 de abril de 2011)
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