Cuatro equites de vanguardia salieron
con la bruma de
la mañana
a inspeccionar el paso
de los Alpes transilvanos
que
debía cruzar
un ejército de legionarios.
No regresaron. Corría el
año
ochenta y siete de nuestra era
cuando las falanges
avanzaban
sobre el territorio de los dacios
tras dejar atrás el
río Danubio.
Tito Flavio Domiciano
(Roma, 51 - 96 d. C.)
El emperador Domiciano se quedó
en Moesia para gozar
con meretrices y efebos
de la vida crápula y
voluptuosa
porque el poder nubla, envicia,
corrompe, debilita y
engaña.
Al frente de las cohortes
se halla Cornelio Fusco,
un
general harto arrogante y confiado.
Alberga la convicción de
que Roma
es invencible a pesar del desastre
en Teutoburgo de
Quintilio Varo,
donde tres legiones enteras cayeron
por culpa del
traidor Arminio.
Fusco arenga a sus tropas para vengar la muerte de Opio Sabino
Ordena analizar las rojas entrañas
de un águila real y sale al descubierto
desde su tienda de campaña
trazando gestos procaces y obscenos
para soliviantar a los soldados
que hablan en rumores, por lo bajo,
del temor a traspasar las Puertas
de Hierro.
Cornelio da orden de avance
falseando los augurios
nefastos
que el arúspice le había interpretado.
Manda degollar a cuantos elevan la voz
en contra de profundizar y
adentrarse
en terreno hostil rodeados
de bosques, pantanos y
montañas.
Detalle de la Columna de Marco Aurelio en la Piazza Colonna de Roma
Razona artero que el negro pronóstico
para aquella
fecha era enviado
por Marte furioso para señalar al
adversario.
Cuando se encuentran avanzando
en mitad de un extenso
valle
surge el estrépito de las rocas
que se precipitan y
las flechas
que desde las alturas les lanzan.
Troncos de árboles
ardiendo, piedras,
jabalinas con la punta afilada
y un hormiguero de
hombres
armados hasta los dientes desciende
y aparece por
ambos lados
con la intención marcial de cortarles
cualquier vía de
escape.
Cinco legiones romanas cayeron derrotadas en la batalla de Tape
Fusco no se arredra, grita colérico
para enardecer el coraje de la infantería
y recurre a una última acometida
con sus jinetes y veteranos,
pero según va cayendo la
tarde
se hace más evidente lo inútil
del esfuerzo y el
tamaño
de la derrota en la batalla.
Aniquilan a sus huestes,
capturan
los estandartes, les rodean y masacran.
El soberano
Decébalo insta
a que decapiten al fatuo general romano,
cuya
sangre se deslizará por la madera
de la pica en que lo
ensartaron.
Cornelio Fusco
(Roma, ¿? - Dacia, 87 d. C.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario