Marta del Castillo Casanueva
(Sevilla, 1991 - 2009)
Quienes la violaron y asesinaron no respetan ni el sufrimiento de sus padres
LA TRISTE DESOLACIÓN
¡Qué sequedad en el alma! ¡Qué frustración más dolorosa y terrible! ¡Qué fracaso del Estado de Derecho, que permite a uno o a varios canallas participar en la desaparición de un cuerpo asesinado, y reírse de los torturados padres a los que ni siquiera les cabe el consuelo de llorar sobre una tumba! ¡Qué deseos más terribles y más peligrosos de invocar a Hammurabi y Talión y Lynch! O de retroceder varios siglos de civilización para poder hacer lo que no se ha hecho: ¡Justicia! ¡Y qué fracaso de la Policía y de los jueces más estrepitoso y más desolador!
Miguel Carcaño Delgado
(Sevilla, 1989)
El hombre que se ha reído de todos los españoles de buena fe y habrá hecho felices a los que presumen de democracia, modernidad socialista y telebasura en España
Ha sido un espectáculo deleznable comprobar, día a día, cómo unos granujillas peligrosos, pero de poca monta, se reían de los detectives y de los jueces: los engañaban, los mareaban, los ridiculizaban, los tergiversaban y los embaucaban. Ha constituido una circunstancia ruborizante la evidencia de un menor trapalero engatusando a los profesionales de la investigación y a los letrados, parece que incluso a la madre que lo parió. ¡Y qué sensación de impotencia, de rabia, de asco y de rechazo, cuando te tropiezas con la realidad de una sociedad imperfecta, donde caben vilezas de este tamaño sin castigo! ¡Y qué tentaciones más oscuras y qué anhelos más negros!
Los que fueron inicialmente implicados en la violación, asesinato y ocultación del cadáver de Marta del Castillo y han dado versiones diferentes o no han revelado su paradero: Miguel Carcaño Delgado, Javier García Marín (alias "el Cuco") y Samuel Benítez Pérez
No sé mucho de crímenes, pero sé algo de hijas, porque soy padre. Y he llevado a cabo, en el caso de Marta del Castillo, eso que los psicólogos llaman traslación emocional a la inversa: imaginar qué habría hecho yo en un caso parecido, cómo habría reaccionado, cuáles podrían haber sido mis actuaciones. Y he descubierto que no soy políticamente correcto, más aún, creo que soy una bestia. Porque si a mí me hubieran arrebatado a mi hija, la hubieran violado y asesinado y, además, hubieran sometido a mi mujer, a mi hijo y a mí, a la tortura de burlarse de manera continua y desenfadada, negando confesar dónde está el cuerpo…
Así es cómo resuelve los problemas la izquierda hipócrita en todas partes: una manifestación y una pancarta (o las que hagan falta) y va que chuta. Después, con la conciencia aliviada, ya se pueden ir a dormir porque aquí haya paz y en el cielo gloria
Si me hubieran arrebatado lo más hermoso que me ha sucedido en la existencia, que ha sido ver nacer, crecer y convertirse en seres admirables a mis hijos; si me hubieran mutilado la parte más noble y justificadora de pasar por este mundo, lo siento, pero hubiera escupido sobre las togas y sobre los códigos, y habría vomitado mi inconsolable rencor sobre los pesquisidores. Hubiera apartado de un empujón a quien me aconsejara raciocinio –¡cómo si fuera racional violar y asesinar a una chica en los albores de ser mujer, como si el raciocinio llevara consigo admitir que torturadores tan crueles no paguen por su crimen!– y me hubiera convertido en algo bastante distinto a lo que hasta ahora parezco.
El viernes, 13 de enero de 2012, la Audiencia de Sevilla da a conocer la sentencia final, siendo condenado sólo Miguel Carcaño a 20 años de cárcel por el asesinato de la joven Marta del Castillo, quedando absuelto del delito de violación. La sentencia ha puesto en libertad sin cargos a todos sus presuntos cómplices y encubridores: su hermano, Francisco Javier Delgado, la novia de éste, María García, y Samuel Benítez Pérez
Hay algo tan peligroso como el crimen: la decepción que provoca la injusticia. Porque nos empuja a lo más oscuro e insondable, pasada la linde de la desesperación, y nos pone al borde de un abismo del que salimos hace mucho, pero que una Policía incompetente, unos canallas listos y unos jueces reglamentistas nos pueden volver a llevar, en este momento en que las lágrimas se secan y la miseria es tanta que no te han dejado siquiera el triste consuelo de una tumba para rezar.
(Artículo de opinión escrito por Luis del Val y publicado
por el diario "La Razón" el domingo 15 de enero de 2012)
Luis del Val Velilla
(Zaragoza, 1944)
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