Eloy Sánchez Rosillo
(Murcia, 1948)
Profesor y poeta
RETRATO DEL POETA ADOLESCENTE
Cuánto tiempo ha pasado, cuántas cosas
que has vivido olvidaste. Pero aún puedes,
si miras hacia atrás, ver a lo lejos
a aquel muchacho apenas parecido
al hombre que ahora eres.
En la tarde
de un antiguo verano está sentado
debajo de la acacia que hace poco
cantaste en otros versos. Deja el libro
que en las manos tenía, y mira el campo
mientras piensa o sueña.
Después abre un cuaderno
y escribe allí un poema que tú ya no recuerdas.
PRIMER AMOR
Abro el balcón, y miro. En los balcones
de la casa de enfrente el sol de junio
juega con los geranios.
Me saluda
desde allí una muchacha: alza la mano,
me hace señas, sonríe, y es más bella
que el fulgor del verano.
Los minutos
se aquietan en el cielo y acaece mucha luz.
Se diría que un raro sortilegio ha detenido
Se diría que un raro sortilegio ha detenido
el tiempo esta mañana.
Pero cierro
un instante los ojos, y al abrirlos
nada queda: ni casa, ni muchacha,
ni balcones con sol. De todo aquello
hace ya veinte años.
A LO LEJOS
Una niña —qué lejos— me sonríe.
Y, desde allí, me mira.
Infancia de mi madre.
Vieja fotografía.
UN VASO CON ANÉMONAS
Ya no me queda nada de los años
aquellos. El olvido, lentamente,
lo ha ido borrando todo, y es tu imagen
la sola luz que a veces aún brilla en tanta noche.
Qué habrá sido de ti, de tus ojos que siempre
miraban confiados como si eternas fueran
—por ser bellas— las horas,
tiempo quieto y sin muerte.
tiempo quieto y sin muerte.
Dónde estarás, dónde estarán los días
de nuestra desvalida primavera,
el cuarto aquel, el sol que en el crepúsculo
acariciaba un vaso con anémonas.
ASÍ
No ignores que en los sitios más hermosos
y en los más apacibles
ocurrieron sin duda o habrán de suceder
las más terribles cosas a lo largo del tiempo.
Luego, de nuevo, en la devastación,
sobre la muerte misma, va creciendo la hierba.
Regresan poco a poco
junio, la lluvia, un pájaro,
las palabras, las risas. Y el olvido.
MIRAR
Mirar es poseer:
todo es tuyo si miras,
aunque el ciego te vea
con las manos vacías.
UN MOMENTO
En silencio absoluto, y sin moverme,
veo y escucho un verderón que canta
ahí mismo, en ese árbol, bajo el sol
de un insólito día de febrero.
La mañana dorada y azulísima
es, desde luego, inmensa, pero toda
se llena con sus trinos.
¿Cómo es posible que este ser minúsculo
tenga dentro de un cuerpo tan escaso
—que mientras canta vibra por entero—
tal acopio de música?
¿Y cómo es que me encuentro yo presente
en un momento así,
de tanta intimidad, tan milagroso?
Son cosas de la vida, que la vida
decide y crea en un segundo y quiere
que ocurran hoy delante de mis ojos.
Verderón común
(Carduelis chloris)
EPITAFIO
Detened, caminantes, vuestros pasos.
Sabed que aquí reposa alguien que amara mucho
la hermosura del mundo: los árboles, los libros,
la música, el verano, las muchachas.
No preguntéis quién fue, ni desde cuándo
es ya silencio, olvido de las cosas.
En la tierra que cubre sus despojos
plácidamente descansad un rato.
Y proseguid después vuestro camino
bajo el propicio sol que en su noche os desea.
[Poemas tomados de Sánchez Rosillo, Eloy: Hilo de oro (Antología poética, 1974 - 2011), Madrid, Cátedra, 2014, 1ª edición, (Colección "Letras Hispánicas", nº 740), (edición de José Luis Morante), pp. 425]
La ilustración de la cubierta se corresponde con el detalle de un óleo sobre lienzo realizado por el pintor Ramón Gaya (Murcia, 1910 - Valencia, 2005) titulado "Homenaje a un olvido". Este artista era un amigo muy querido por el poeta autor del libro
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