viernes, 25 de diciembre de 2015

Sobre cómo convertir en un santo a un cerdo

 
Los continuos "flashbacks" de la película tratan de dar amenidad a una trama que no consigue evitar la sensación de pesadez y monotonía
 
J. EDGAR
(2011)
 
Biopic sobre el impresentable John Edgar Hoover, el hombre que dirigió durante 48 años la Oficina de Investigación Criminal desde 1924 y el FBI desde su fundación en 1935. Se trata de una burda manipulación para canonizar a un personaje en aras del chauvinismo yankee de su director y productor Clint Eastwood. Apenas la única verdad que resplandece en la película es la expresión que utiliza Richard Nixon para definir a tan siniestro individuo llamándolo “cocksucker”.
 
 
He aquí a Leonardo DiCaprio en el rol del hombre
que extorsionó a ocho presidentes de los Estados Unidos
 
El súcubo de Hoover fue quien destruyó pruebas del asesinato de Robert Kennedy y se inhibió sospechosamente en el magnicidio de su hermano, el presidente John Fitzgerald Kennedy, después de haberlo chantajeado en vida con dossieres sobre amoríos extramaritales. Hoover fue el racista que estuvo implicado en el asesinato de Martin Luther King por haberse atrevido a recoger el Nobel de la Paz en contra de sus órdenes. El antisemita que llevó a la silla eléctrica al matrimonio Rosenberg y amargó los últimos años de Robert Oppenheimer, a los primeros bajo acusación de espionaje en favor de la URSS, y al segundo por haberse arrepentido de participar en la creación de un arma tan destructiva como la bomba atómica.
 
 
La pareja Hoover-Tolson cenaba todas las noches en restaurantes caros
 
En el país de la democracia y las libertades se permitió el privilegio de aferrarse al cargo como un sátrapa. Fue un homófobo que amenazó con revelar la condición lésbica de Eleanor Roosevelt mientras él mismo era un homosexual que se travestía en su vida privada y vivía con un amante, Clyde Tolson, al que convirtió en su número dos sin tener aptitudes ni méritos para el cargo. En la cinta, Clint Eastwood sólo se atrevió a vestirlo de mujer la noche de la muerte de su madre para que nos compadeciéramos al conferirle un sesgo trágico.
 
 
 
Los verdaderos Clyde Anderson Tolson (Laredo, Missouri, 1900 - Washington D. C., 1975) y John Edgar Hoover (Washington D. C., 1895 - 1972) además de asignarse el sueldo veraneaban juntos
 
La película se centra en la obsesión anticomunista de Hoover relativa a los años 20, pero no dice nada de su papel devastador durante el macarthismo en los años cincuenta, a sus labores de sabotaje contra los defensores de los derechos civiles y quienes se oponían a la intervención militar en Vietnam. No se menciona que Harry Trunman lo acusó de querer convertir el FBI en una especie de Gestapo nazi, y menos mal que sí se muestra cómo no intervino físicamente en los arrestos de gánsteres famosos, porque el miserable J. E. Hoover fue toda su vida un burócrata arbitrario que se comportó como un tirano exigiendo que otros hicieran el trabajo sucio y arriesgado.
 
 
Armand Douglas Hammer (Los Ángeles, 1986) y Leonardo Wilhelm DiCaprio (Los Ángeles, 1974) haciendo de Clyde Tolson y John Edgar Hoover en la ficción cinematográfica
 
Tanto que presumía de controlar la delincuencia y no evitó la conspiración del Pentágono y la mafia para matar a los hermanos Kennedy. Quiso incluso arrestar y deportar a 12.000 personas por simples sospechas de simpatizar con el comunismo, especialmente en Hollywood. La célebre cita de Franklin Delano Roosevelt referida al dictador nicaragüense Anastasio Somoza, “tal vez sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, no es suficiente pretexto para laurearlo en la historia de la nación de las barras y las estrellas, el faro de los derechos individuales en el mundo.
 
 
 
El corrupto Hoover tenía el vicio de apostar en las carreras de caballos: si ganaba, se llevaba el premio; y si perdía, lo cargaba al erario público
 
A Leonardo DiCaprio se le nota y hay que agradecerle el esfuerzo que hace por interpretar al viejo Hoover, porque cuando realiza el papel del Hoover joven parece estar interpretándose a sí mismo. Armie Hammer hubiera estado perfecto en el papel de concubino si no fuera porque el emplasto del maquillaje se lo impide. Naomi Watts cumple como Helen Gandy, la secretaria que encubre todos los chismes de los informes confidenciales, mientras que Josh Lucas da vida a un convincente Charles Lindbergh. Jeffrey Donovan está a la altura del Robert Kennedy que encarna y Dermot Mulroney pone lo mejor de su parte por semejarse a Nixon.
 
 
Tres presidentes, John F. Kennedy, Lyndon B. Jonson y Richard M. Nixon, intentaron destituir a este canalla sin éxito ninguno
 
El guion de Dustin Lance Black es una soporífera hagiografía por encargo. La fotografía de Tom Stern tiene la calidad que le falta a la insípida música compuesta por el propio Clint Eastwood, alguien que, tras haber dirigido buenos largometrajes (“El sargento de hierro” en 1986, “Sin perdón” en 1992 o “Million dollar baby” en 2004) se ha llegado a creer que es un Orson Welles y no pasa de ser un tergiversador pedante, tedioso y antipático.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
El crítico de cine Carlos Boyero ha calificado con notable acierto
de abyectas las actividades del biografiado y a la película de aburrida

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