Con malas imitaciones, como esta inmundicia,
el cine español no puede levantar la cabeza
LA CUEVA
(2012)
Los guionistas de esta película no han tenido empacho en copiar
una parte de la que filmó Danny Boyle en el año 2010 (“127 horas”), en concreto
el fragmento en el que unos senderistas se lanzan a un lago interior. Como
decía Unamuno, “¡que inventen ellos!”, refiriéndose a los extranjeros. En un
principio esta cinta iba a ser un corto de terror cuya trama principal era un
remedo de ”The Witch Blair Project” (“El proyecto de la bruja de Blair”), con
la principal variante de que en vez de ser una casa abandonada el plató, esta
vez iba a rodarse dentro de una caverna junto al mar.
El elenco de actores (de izquierda a derecha): Eva García Vacas, Marta Castellote, Xoel Fernández, Jorge Páez y Marcos Ortiz
Con este sencillo planteamiento pronto
se dieron cuenta de que aumentando el metraje podían darle una mejor salida
comercial al producto, por lo que añadieron las secuencias iniciales de la
llegada de dos chicas y tres chicos a la isla de Formentera. Podían haber hecho
algo hermoso, por ejemplo, recrearse en el paisaje y la luz del mediterráneo; o
extenderse en las idílicas relaciones amistosas de cinco mochileros para que
contrastaran luego con su vileza y egoísmo al quedar atrapados en una cueva. En
cambio, el director Alfredo Montero, en complicidad con el guionista Javier
Gullón, prefirió darse un garbeo rápido que ni nos deja degustar la geografía
de la ínsula balear ni profundiza en los caracteres de los personajes que
resultan muy planos.
Marcos Ortiz fue el que actuó con mayor tesón
No conforme con esto, alguien
tuvo la brillante idea de incurrir en la grosería. Nada de extraño en una
España donde la educación y los buenos modales son gestos de antiguallas que a
nadie preocupan. Sinceramente, creo que no era necesario el gesto tan explícito
de regodearse mostrando un esfínter al público, bastaba con un ademán de
insinuación. Cuando los argumentos son sustituidos por gestos obscenos y chabacanos
quiere decir que faltan ideas y sobra el “postureo”.
Para interpretar a una "pijiprogre" estuvo
desagradable y un poco pasada de rosca
De entrada, hay que admitir que
los actores estaban un poco mayores para interpretar a jóvenes pirados por
culpa de su efervescencia hormonal. Algo que el espectador perdona porque hoy
la adolescencia se ha retrasado hasta los 35 años. Además, no era cosa de poner
los papeles en manos de actores inexpertos. Se supone que mejor era confiar en
gente veterana que, todo sea dicho, da la impresión de estar un poco quemada. Y
tanto es así que, salvo Marta Castellote, el reparto parece que lo hubieran escogido
entre indigentes deteriorados salidos de un punto de venta de drogas que se
pasaran el día tirados en la calle y no, como pretenden hacernos tragar, de la
juventud recién licenciada en la universidad o todavía estudiando.
Marta Castellote al menos aparentaba ser la joven a quien representaba
La película termina siendo un “cutrefacto”,
si se me permite el neologismo, a duras penas presentable. La oscuridad de la
fotografía, la sordidez del canibalismo, los litros de sangre babeada en la
boca de los criminales que optan por echar a suertes a quién matan para poder alimentarse
y subsistir, o la bolsa de plástico que cubre el rostro de la víctima, son
algunos de los aspectos más pobres de esta infame porquería que no faltará
quien quiera presentar como el nuevo cine español. Lo triste es que lo mejor que
transmite viene a ser que refleja, sin proponérselo, el sucio estado mental de
una generación que se expresa a cada momento con tacos y una pobreza léxica
espantosa.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
¿Qué se puede esperar de un pueblo, el español, que por envidia y cainismo pone el nombre del pintor Francisco de Goya y Lucientes a sus premios de cine en lugar de Luis Buñuel, su mejor director?
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