martes, 2 de febrero de 2016

Un recorrido genial por las obsesiones cinéfilas


Charlotte Rampling y Woody Allen
 
STARDUST MEMORIES
(RECUERDOS DE UNA ESTRELLA)
(1980)
 
La película comienza con dos trenes detenidos en una estación. En uno hay gente triste, preocupada, vieja y fea. En el otro están dando una especie de fiesta de despedida con champán, diversión y risas. El protagonista, Sandy Bates, se da cuenta de que va en el vagón de los fracasados y quiere pedirle al revisor un cambio de billete para irse al otro ferrocarril donde brilla la alegría. No lo logrará. La lección es evidente: muchas veces en nuestras vidas nos parece que la felicidad siempre está en otra parte, que la disfrutan otros, sin que podamos lograr que vaya de nuestro lado.
 
 
Sharon Stone
(Meadville, Pennsylvania, 1958)
Representa el sueño femenino fortuito e inalcanzable
 
Una joven y radiante Sharon Stone aparece fugazmente dejando el carmín de sus labios en el cristal de la ventanilla del convoy festivo enviando un beso al cariacontecido Woody Allen que interpreta a Sandy Bates. Este fragmento, en realidad, pertenece a una película que está rodando como director y que a los ejecutivos de la producción les parece horripilante. Pura metaficción. Cine dentro del cine. El paralelismo con “Ocho y medio” de Federico Fellini es palpable. Otra vez estamos frente a la crisis creativa de un cineasta que quiere romper con su pasado, en este caso, dejar atrás su reputación como creador de comedias para ponerse a afrontar dramas serios.

 
Charlotte Rampling
(Sturmer, Essex, Inglaterra, 1946)
Simboliza a la amada que no puede ser interiorizada por el enamorado, quien tampoco puede detener el éxtasis de su amor por ella en el tiempo
 
El blanco y negro con el que está filmada, la tonada de Glenn Miller “Moonlight Serenade” que parangona la música de Nino Rota, los fotogramas del elefante en la playa, la escena en la que Sharon Stone vuelve fugazmente para besar esta vez el cristal delantero de una furgoneta, los trucos de magia de un niño cursi y repipi, la crisis creativa del director, los diálogos indagatorios, las preocupaciones de la burguesía urbana reflejadas en parlamentos de cariz existencialista, todo en este largometraje nos remite al genial creador de Rímini con el sello personal de Woody Allen. El tema central del filme es el absurdo de las situaciones a las que conducen la fama y sus equívocos. Toda clase de personajes y personajillos piden autógrafos, profieren extravagancias, quieren hacerse fotografías, hacen preguntas extemporáneas o realizan las peticiones más estrafalarias a Sandy Bates. 
 
 
Charlotte Rampling tenía treinta y cuatro años cuando
trabajó en esta película y Woody Allen cuarenta y cinco 
 
La cinta contiene algunas de las frases más inolvidables de Woody Allen, como por ejemplo éstas: “Me inclino por una democracia honesta. Y también creo que el sistema político americano puede funcionar”. “Los intelectuales son como la Mafia. Se matan entre ellos”. “Me han acusado de narcisista, pero el personaje mitológico con el que me identifico no es Narciso, sino Zeus”. “No estudié en la Universidad. Me estudiaron ellos a mí”. “Hice un cursillo de filosofía existencialista en la Universidad de Nueva York. El examen final consistía en diez preguntas. No sabía ninguna, así que lo dejé  en blanco. Me pusieron un diez”. 
 
 
 Marie-Christine Barrault
(París, 1944)
Interpreta la inaprensible dulzura femenina de una joven madre
 
En esta película apreciamos por última vez la extraordinaria, por fuera de lo común, belleza de Charlotte Rampling en el papel de Dorrie, una ex novia de Sandy Bates, quien se problematiza al no saber qué decidir. Duda entre volver a ella, emparejarse con una violinista llamada Daisy (a la que da vida Jessica Harper), o irse a vivir con su actual pareja sentimental llamada Isobel (Marie-Christine Barrault), que lo viene a visitar desde París con sus dos hijos revoltosos y se marchará airada al descubrir sus devaneos con otra. 
 
 
 Woody Allen también le hace un guiño de admiración a Groucho Marx
 
Maravillosa película que debemos a alguien enamorado del cine y cuya sensibilidad e inteligencia le han permitido legarnos obras de arte tan exquisitamente magníficas. Como todo clásico, este filme hoy es un monumento irrepetible por cuanto quienes trabajaron en él son ahora ancianos o han perdido la vida. Qué gran monumento cinematográfico hecho casi como quien no quiere hacer gran cosa. Qué película tan imborrable.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
 Jessica Harper
(Chicago, Illinois, 1949)
Encarna a la esquiva, neurótica y egomaníaca joven que todavía arrastra el desequilibrio emocional de la adolescencia

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