viernes, 19 de febrero de 2016

Una película muy premiada que no vale casi nada

 
El sonido y la fotografía son lo más destacable aquí
 
SICARIO
(2015)
 
Cuando en una película lo mejor es la banda sonora es que algo va mal, porque uno no va habitualmente a una sala de cine o alquila un DVD en un videoclub para escuchar un concierto. Este film es un subproducto, huele a serie B y a escaso presupuesto, pero lo grave es que han dilapidado 30 millones de dólares en hacerlo. La historia avanza lenta, como si no existiera un guion bien definido, y el director rodara esperando a ver si mientras tanto se le viene alguna idea a la cabeza para poder filmar la próxima escena.
 
 
Josh Brolin
(Los Ángeles, California, 1968)
Aporta un plus de credibilidad al reparto por su carisma
 
Que un largometraje de 121 minutos sobre el narcotráfico y la violencia criminal en Ciudad Juárez no aborde el escabroso tema de las mujeres violadas, secuestradas y asesinadas por centenares es una omisión muy grave. Claro que, como vivimos en la época del postbuenismo zapaterista, la alianza de civilizaciones y la corrección política, se supone que por incluir a una inverosímil mujer entre un reparto de hombres duros ya la cuota feminista se cumple y quedamos todos estupendos.
 
 
Emily Blunt
(Londres, Inglaterra, 1983)
No encaja entre un comando de hombres ni con fórceps
 
Es hasta cierto punto inexplicable que un gran actor como Benicio del Toro se preste a un proyecto tan defectuoso. Todo en esta película parece arrastrarse cansinamente hacia un final frío y anodino. Será porque los actores son en su mayoría egomaníacos exhibicionistas y lo que le importa al actor portorriqueño es lucirse él y lo demás no le preocupa. El colmo es que una parte considerable de la crítica valora muy bien este trabajo del director Denis Villeneuve. Yo diría que es como para hacérselo mirar.

 
Denis Villeneuve
(Quebec, Canadá, 1967)
Parece que hubiera dirigido la película ingiriendo somníferos
 
En el aspecto positivo hemos de reconocer que la secuencia en la que Alejandro (Benicio del Toro) asesina a una familia entera, la del jefe del cártel de Sonora, Manuel Díaz, por lo menos demuestra un cierto parangón con “El precio del poder” (1983) de Brian de Palma. Me refiero a las escenas finales cuando unos matones entran en el lujoso palacio de Tony Montana (Al Pacino) para matarlo. Reconozco también que gracias a la película podemos ver cómo son las ciudades mejicanas fronterizas con Arizona, una especie de amasijos suburbiales.
 
 
Benicio del Toro
(San Juan, Puerto rico, 1967)
Un actor de la estirpe de Brad Pitt
 
Llama la atención la publicidad descarada de una marca de tabaco, no sé si real o ficticia, “Indian Creek” (“Manantial Indio”) que la actriz Emily Blunt fuma. Lo triste no es la venalidad que esta propaganda encubre, sino que dentro de poco se considerarán no aptas para menores aquellas películas en que se fume, pero seguirán siéndolo todas en las que se asesinen personas como mondadientes se tronchan en una caseta de tiro en una feria de atracciones.
 
 
La sosería de Emily Blunt contrasta con el brío de Benicio del Toro
 
Como ya es un tópico, la cinta nos muestra el doble juego de la policía y las agencias federales, incluso de la CIA, con sus conspicuos representantes de la ley que en realidad trabajan para los narcos. Bueno, al menos el guionista Taylor Sheridan no trata de engañarnos. Pero como esto es algo ya archisabido, la originalidad que propone es la de un tipo que busca una venganza personal escudándose en su oficio como agente anti-drogas. Digamos que se vale de medios públicos para conseguir fines privados. Algo que le parece pura corrupción a Kate Macer (Emily Blunt) hasta el punto de querer dispararle y eliminarlo.

 
Victor Garber
(Londres, Inglaterra, 1949)
Encajó perfectamente en su papel de jefe de operaciones
 
Bueno, ya tenemos aquí al fuera de la ley que siempre merodea en la idiosincracia del western americano. Lo malo es que a esta película le falta alma. El tratamiento quiere parecer profundo a base de sernos ocultado su propósito. La trama simula ser compleja y la verdad es que se queda en un análisis superfluo de la realidad. Mostrar unos cuerpos descuartizados está al alcance de las fotografías en cualquier página web o periódico, mientras que el cine debería servir para penetrar más hondamente en las raíces del sufrimiento humano.
 
 
Se dispuso de muchos medios para al final hacer un bodrio
 
Josh Brolin en el papel del agente gubernamental Matt se desenvuelve con el desenfado propio del hombre medio norteamericano, y para resaltarlo recurre a masticar chicle con soltura. Quien de veras se luce es Jóhann Jóhannsson, el compositor de la música, especialmente cuando el comando anti-narcóticos penetra en un túnel para liquidar a unos cuantos delincuentes. En fin, creo que esta película defrauda las expectativas que genera por el asunto que aborda. Particularmente, esperaba un trabajo al nivel que demostró Alejandro González Iñárritu en “21 gramos” (2003), pero me he encontrado con una producción vacua, distante y gélida como si tuviera el espíritu de un mediocre estreno concebido para la televisión.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
Esta cinta se merece un premio a la película más plasta

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