miércoles, 2 de septiembre de 2009

Gaudeamus igitur: Gaudí est in caelum



CREDO GAUDIANO


Creo en Gaudí, portentoso intermediario entre el cielo y la tierra, miniaturizador de símbolos apenas perceptibles, los llamados objets trouvés. Creo en Antoni Gaudí i Cornet, devoto siervo de Dios, aplicado al estudio de la naturaleza creada por Él, soñador de imposibles, alambicador de sueños que petrificó con argamasa y ladrillos en arcos, vigas y paredes. El arquitecto más grande, el artista verdadero, el genio del trabajo y la imaginación febril. Creo que su colega y rival por celos, Lluís Domènech i Montaner, debió rendirse asombrado ante la belleza alegórica de la Casa Batlló que supera a la contigua suya de Lleó Morera tanto como a la de Amatller, concebida por Josep Puig i Cadafalch. Creo en la Casa Milà que descolla con su pétrea fragilidad en el Paseo de Gracia diseñado por Josep Oriol Mestres. Creo en la catedral que materializa la Divina Comedia de Dante Alighieri, pues bajo su fachada norte me parece inconcebible que no se caiga, venga encima y me aplaste, sino que se pueda sostener. Creo en el catalán universal de Reus que fue atropellado y confundido con un vagabundo para morir a los tres días en el hospital de Sant Pau i la Santa Creu asido a un crucifijo y rezando. No vendrán otros arquitectos con tanta capacidad glorificadora. El reinado de Gaudí no tendrá más fin que el fuego de los últimos días del Apocalipsis.


Patio interior de la Casa Milà


Creo en el espíritu animador de todos sus proyectos, en el eclecticismo románico, gótico y mudéjar de los aparentes caprichos de su obra civil. Creo que su arte inconmensurable es dador de vida y promotor de fe, que desciende del manto protector de la Virgen María, porque una mente tan creativa no puede germinar fuera de él. Creo en la vertiginosa ascensión celestial de las torres perforadas con ventanales donde proyectó que el viento orquestara una coral de cánticos en polifonía sutil. Aguardo por el perdón de los pecados de esta Humanidad execrable hinchada de vanidad, porque no ha habido constructor comparable al humilde catalán. Confío en que el Señor sepa perdonar al impresentable Picasso por haberse burlado de la Sagrada Familia calificándola de "enorme pastel roído por ratones". Espero que tras una temporada en el infierno su alma sea llevada al Purgatorio junto con la de Unamuno quien, errático, bilioso e injusto, calificó su arquitectura de “arte borracho”.


Detalle de la fachada de la Casa Batlló


Creo en el Gaudí artesano, mampostero, ebanista y modelador. Creo en él firmemente, porque de su prodigiosa mente toda la belleza que encierran los espacios se desocultó. Creo que su mano primitivista buscó el corazón del cristianismo y el espíritu de la identidad de Cataluña. Creo en el Gaudí arquitecto, forjador, alfarero y escultor, porque supo concebir diseños seductores en los que tramar estructuras complejas bajo una eclosión de texturas y color. Creo en el dios arquitectónico capaz de utilizar paraboloides hiperbólicas en las fachadas, huecos hiperboloides para dejar entrar la luz, líneas helicoidales alabeadas para transmitir movimiento, y arcos catenarios para dosificar con intervalos simétricos la iluminación. Creo en el dios de la curvatura capaz de suprimir todos los caminos cortos que transitan los bribones de las líneas directas hacia el mal. Creo en quien concibió las columnas como troncos de árbol y las bóvedas como cuevas de sección parabólica. Creo en el compositor de la más maravillosa música congelada, según feliz interpretación de Lord Byron acerca del arte de la construcción.


Casas del parque Güell


Creo en la consecución de la obra maestra absoluta y en el fervor extático con que Gaudí se entregó a levantar la Casa del Señor. Creo en la ambición artística desmedida e imposible de La Pedrera, edificio de oleaje pétreo, piedra espiritual derramada en olas, manantial de espuma blanca, panal venéreo. Creo en la reutilización ecologista del material desechado, como la técnica del trencadís, consistente en aprovechar azulejos rotos para crear armonías puntillistas de pigmentación variada. Creo en el espantoso pesimismo nihilista que sobre el hombre moderno refleja la catedral gaudiana. Creo que Gaudí fue martirizado, ultrajado y apaleado por la policía en los Juegos Florales de 1920 por el simple delito de hablar en el idioma de sus padres: el catalán. En 1936 los otros, republicanos y rojos, los vándalos del desorden demagógico, prendieron fuego a la tumba donde sus restos descansan y que se halla situada en la cripta de su opus magnum. Así destruyeron parte de sus bocetos y planos. Para Gaudí todos éramos marionetas de Dios, pero es evidente que muchos lo son de Belcebú.


Palacio episcopal de Astorga

Creo en el Gaudí sencillo que dormía en un estrecho catre metálico, iba a misa, se confesaba, acudía al trabajo y regresaba caminando tres kilómetros hasta su casa. Desde la calle Provença bajaba por Bailén, cruzaba la Gran Via de les Corts Catalans y llegaba hasta San Felipe Neri por el Portal del Ángel. Creo en el feligrés que pretendía compartir la doctrina de Cristo dando cabida a trece mil fieles sentados en la iglesia que construía al pie de la obra revisándola a diario. Creo en el apestado del que todo el mundo se apartaba porque sabían que iba a pedirles un donativo para continuar un proyecto que, al ritmo actual de ingresos, quizá en el año 2030 llegue a su culmen. Creo en el Gaudí que pretendía ofrecer a sus contemporáneos una visión panorámica de la céntrica Barcelona desde la Sagrada Familia. Creo en la visión magnánima y ultraterrenal de Gaudí y no en la ceguera erudita de Eugeni D’Ors que lo tildó de pasado de moda. Creo en el penitente que paseaba con el traje manchado de tizne verdoso, las rodillas vendadas para soportar la artritis y el frío, los bolsillos ahuecados por las manos y los zapatos de suela de esparto sujetos con elásticos en lugar de cordones.


El Capricho (Comillas)

Creo en el anacoreta frugal que comía nueces y pasas, se abstenía de la carne, en todos los sentidos, y se apoyaba sobre un bastón para evitar resbalones. Creo que quienes lo tachaban de masón, ocultista, astrólogo, alquimista o morfinómano, ignoran que todas esas tendencias, sectas, profesiones, costumbres o vicios no han producido ni jamás engendrarán un Gaudí por sí solas. Él no creía crear, sino descubrir. Pensaba en colaborar con el Hacedor, no en sustituirlo. Alabado sea en el regazo del Empíreo aquel que fue elegido y guiado por el dedo de Dios.


Collage gaudiano

Antoni Gaudí i Cornet
(Reus, 1852 - Barcelona, 1926)
A mi juicio, el español más importante de la Historia

2 comentarios:

  1. Excelente el trabajo que nos muestras. Decirte, que el capricho de Comillas, se encuentra a veinte kilometros de mi casa, y es uno de los sitios preferidos que enseño a mis amigos de fuera.

    cálido abrazo

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  2. Buenisimo su texto de hoy!
    Extraordinario homenaje para un hombre extraordinario. No sé, no sé si fue el español mas importante, porque me sería muy dificil elegir uno solo, pero que fue un gran genio inigualable eso seguro.

    Feliz dia, monsieur

    Bisous

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