viernes, 2 de octubre de 2009

La ciudad donde todos los amantes se entregan



VENECIA SIN FIN

Una descripción decimonónica dejó inscrito que en la ciudad fundada por los vénetos las premoniciones de muerte eran variadas y múltiples. El que fuera imperio milenario abarca 118 islas y en una de ellas, Sant Ariano, tan pequeña que apenas merece llamarse islote, la utilidad que le reservaron fue la de convertirla en osario común o fosa anónima donde amontonar los huesos de esqueletos enterrados en la vecina ínsula de San Lázaro, cementerio para pobres.

El Gran Canal de Venecia

La cambiante oscilación del péndulo de la fortuna se aprecia como en ninguna otra parte del mundo en la historia veneciana, pues Sant Ariano había sido hasta el siglo XVII un suburbio de la floreciente Torcello. Después, batiburrillo de restos óseos, lagartijas y ratas. Un rostro de Jesucristo pintado en uno de sus muros muestra el deterioro provocado por el salitre, la humedad y los años. Venecia se hunde, pero sobre todo en nuestros corazones, de lo profundo que se arraiga y ya nunca nos abandona.

Palazzo Bembo (siglo XV)

La ciudad de los canales nació en un área lacustre y lodosa de 540 kms. cuadrados con forma de media luna gracias a los aportes sedimentarios de tres ríos que fueron desviados en la época medieval: Brenta, Sile y Piave. O cuatro, si contamos con el Po más al norte. Incluso doce, si añadimos los riachuelos Adige, Ticino, Oglio, Adda, Mincio, Livenza, Tagliamento e Isonzo, cuyas aportaciones de limo son menores. Sus sedimentos residuales formaron una barrera de tierra pielágica con 56 kms. de longitud y a unos 4 de distancia del suelo continental. La desviación de las desembocaduras fluviales permitió que la corriente circular del Adriático renovara el agua del estuario y lo salinizase, evitando así, según las eminencias médicas de entonces, la incubación de pestes hediondas, malaria y fiebres aftosas. Desgraciadamente, los cuervos carroñeros de carne putrefacta trajeron de Asia epidemias que transportaron los barcos venecianos y diezmaron a la población en varias ocasiones. Paradójicamente, gracias a esas calamidades se erigieron portentosas iglesias, como la de la Salute o el Redentore, en acción de gracias porque la enfermedad cesara.


"Iglesia de Santa Maria della Salute"

Pintura de Canaletto

(Venecia, 1697 - 1768)


Napoleón firmó de su puño y letra una carta con la que vaticinó convertirse en un nuevo Atila que la aterrorizase, sabedor de que por miedo a la invasión de los hunos que asolaban Europa, Venecia había sido fundada. La presión de ostrogodos y lombardos hizo afluir más colonos en sucesivas oleadas. En realidad, anteriormente fue lugar de veraneo para las familias patricias durante el imperio romano. Pero no había pasado de ser un sitio de recreo hasta que el terror de las hordas bárbaras azuzó la necesidad de vivir alejados, poniendo el mar por medio. Tan grande sería el éxito de esta franja acuática que ni los turcos lograron asediarla en el siglo XVIII, ni los aliados llegaron a bombardearla en 1945 para ahuyentar a los nazis. Sobre Mestre sí cayeron bombas en suelo firme, pero en Venecia sólo los austriacos se atrevieron a lanzar obuses que ocasionaron desperfectos y derribaron una casa con la pretensión luego satisfecha de doblegar la resistencia encabezada por Daniel Manin en 1848.

Puente de Rialto (1591)

Obra del arquitecto Antonio da Ponte

(Venecia, 1512 - 1595)

Una prueba de que los escritores pueden ser intelectuales con el alma en vilo por la podredumbre, o cerdos de cuarta categoría como pensaba Stalin, la dio el futurista Marinetti en 1914 al arrojar desde una avioneta sobre la plaza de San Marcos octavillas que pregonaban la destrucción completa de los tesoros arquitectónicos de la ciudad para que los italianos pudieran reconstruirla a partir de cero, se supone que dirigidos después por el gusto artístico de semejante megalómano al que encima habrían de pagarle.


"Partida del Bucentauro en San Nicolás del Lido"

Óleo de Francesco Guardi

(Venecia, 1712 - 1793)

El mayor peligro, con todo, lo supusieron los genoveses durante el siglo XIV. Tras un ataque con éxitos iniciales, los venecianos destruyeron las “bricole” o estacas señalizadoras para desorientarlos. Después, tras acorralarlos y obligarles a comer ratones, aguardaron el regreso de Carlo Zeno que navegaba por el Mar Negro y Constantinopla. Entre él y Vettor Pisani los masacraron, ocasionándoles la lógica derrota. También sufrieron una gravísima afrenta en el siglo X que orgullosamente lavaron con sangre. Una incursión de corsarios dálmatas la había saqueado, llevándose incluso en el botín a muchas doncellas núbiles. La persecución posterior fue implacable.


Típica estampa veneciana

Era curioso ver la rapidez con que construían su maquinaria de guerra naval. Salían los barcos fabricados del Arsenal e iban siendo aprovisionados desde las ventanas de los edificios circundantes. Durante un milenio nadie en el mundo fue capaz de construir y dotar de municiones a más barcos, tan deprisa y en tal cantidad, que la Serenísima República.


Vista nocturna del Gran Canal con Santa Maria della Salute al fondo


Practicaban un protosistema democrático singular de filtros o embudos, mediante el cual escogían 9 electores que nombraban a 40. Luego, separaban 12 que elegían a 25. Éstos tenían que apartar 9 que designaban a otros 45. Hecho esto, saldrían de sus filas 12 por sorteo que votarían a 41. Entonces, por fin, éstos últimos coronaban a un dogo que no gozaba ni mucho menos de poderes absolutos. Tal es así que el único en intentar convertirse en tirano, Marino Falier, fue decapitado y su retrato aparece borrado con pintura negra entre todos los que se conservan en la sala del Gran Consejo del Palacio Ducal, donde se exponen los dux que ha tenido Venecia, 120 en total desde el año 697 hasta 1797.

Plaza de San Marcos (siglo XII)

Bonaparte consideró a la Piazza como el salón recibidor más hermoso del continente. No obstante, sopesando su decadencia, se la entregó al imperio austrohúngaro. Wagner fue a morir allí, en el edificio que luego sería casino de invierno. La poetisa Elizabeth Browning expiró en el palacio Ca´ Rezzonico, hoy museo plástico. Y personajes irrepetibles como Vivaldi, Casanova o Goldoni nacieron entre sus aguas. Venecia es la medida de todas las bellezas en el arte. Los mejores pintores (Tiziano, Tintoretto, Tiépolo; Antonio, Alvise y Bartolomeo Vivarini; Giambono, Pordenone, Veneziano, Savoldo, Piazzetta, Colonna, Giorgione, Mantegna, Piombo, Carpaccio, Longhi; Jacopo, Gentile y Giovanni Bellini; Lotto, Padovano, Guardi, Jacobello del Fiore, Giotto di Bondone, los dos Palmas, el Joven y el Viejo, Canaletto, Rosalba Carriera, Conegliano, Paolo Caliari “El Veronés”, Marco y Sebastiano Ricci, Chirico) trabajaron para ella mano a mano con los mejores escultores (Verrocchio, Campagna; Antonio y Paolo Bregno; Rizzo, Sansovino, Raverti, Vittoria, Calendario, Donatello, Parodi, Canova, Bartolomeo Buon) y arquitectos (Spavento, Massari, Palladio, Da Ponte, Scamozzi; Pietro y Tullio Lombardo; Boschetti, Gambello, Scarpagnino, Rossi, Longhena, Candi, Scalfarotto, Codussi, Maccaruzzi, Cadorin y Scarpa).


Interior del Palacio Ducal (siglo XI)

El interior de sus iglesias y scuolas sobrecoge por la ornamentación, el lujo fastuoso e imaginería recargada. Venecia es la síntesis del espíritu europeo y cristiano, el baluarte que recibió influencias bizantinas e islámicas sin dejarse dominar por ellas, antes al contrario, acrisolándolas. Su imperio terrenal caducó con la invasión napoleónica en 1797, pero el de su hechizo cautivante no perecerá nunca. Cuando Shakespeare escribió sobre ella en su famoso drama, la isla de Malamocco era la más próspera. El cieno que fue bloqueándole los canales hizo que declinara su estrella. La amenaza del aumento en el nivel del mar es una espada de Damocles constante, pero los diques que se construyan no la dejarán sumergirse como una vieja Alejandría o una nueva Atlántida. Cada año millones de turistas seguirán coronando emperatriz a la sucesiva Venecia que jamás se doblegó a los sultanes otomanos ni a los Papas de Roma.


"El Milagro de la Cruz en el puente de San Lorenzo"

Cuadro de Gentile Bellini

(Venecia, 1429 - 1507)

3 comentarios:

  1. Que maravillosa entrada, monsieur! Me ha encantado, tanto por lo que amo esa ciudad como por el genial repaso que ha dado usted a su historia.
    Parece mentira que con tales comienzos Venecia haya llegado a ser y a representar tanto para nosotros, pero asi es, y tiene una magia inagotable. Pocos lugares habra tan inspiradores.

    Buenas noches, monsieur

    Bisous

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  2. Te agradezco por haber publicado esta excelente entrada;bellamente narrada y con rigor histórico.

    (y, en ciertos puntos de la lectura, recordé la novela "La Pasión" de Jeannette Winterson).

    Un abrazo.

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  3. GRACIAS GRACIAS GRACIAS

    Conozco Venecia pero a partir de ahora la veré con otros ojos, otro conocimiento que la engrandece
    Te agradezco inmensamente este derroche de conocimientos que dejas de ella
    Un abrazo
    Stella

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