martes, 16 de junio de 2009

Tributo a un héroe que no olvido


Vladímir Mijáilovich Komarov

(Moscú, 16 de marzo de 1927 - Novoorsk, 24 de abril de 1967)


Vuelo espacial "Soyuz 1"

(23 de abril de 1967)


Hubo un hombre como si no hubiera ninguno
más que él. Ascendió hasta los cielos de la órbita
terrestre, tuvo problemas mecánicos, eléctricos,
termoestáticos, pero todo estaba bien.
A la postre, la misión proseguía adelante.

Su cápsula empezó a girar caóticamente
al acoplarse con otra nave. Según el plan,
estas incorrecciones no entraban en los cálculos,
pero él la estabilizó tras minutos arduos.

Dio el primer salto tripulado de la Historia
por piloto humano a la zona pivotante
de la Luna. Intentó recargar las baterías
a partir del sol, sin embargo, de los dos paneles
se desplegó sólo uno. La grandeza del planeta
azul, níveo y siena fue lo que observó.

La negrura de la noche eterna en el espacio
debió hacerle padecer congoja y soledad
inmunda: el satélite terráqueo tan cercano,
con sus cráteres, la observación de la cara oculta,
las fotografías, las mediciones, los experimentos
en ausencia de gravitación, las reparaciones
angustiosas de múltiples averías, la falta
de suministro energético, tratando de compensarla
con la abstinencia de luces en el interior modular
del aparato. Nocturnidad del espíritu y el espacio,
externa e interiormente. Una vez cumplidas las jornadas
de la exploración, de nuevo vuelta a casa en retroceso.

Inserción en la órbita de la Tierra en ángulo
obtuso de inducción, puesta a punto en marcha
del paracaídas de frenado que se despliega a medias.
Alerta roja. Auxilio imposible. Hay urgencia máxima.

Último recurso para la esperanza: pulsar el botón
del paracaídas para emergencias, que al salir acaba
enredándose con el anterior. Va propulsándose al aire
en caída libre durante miles de kilómetros, rápido,
atrapado en la poderosa gravedad sin remisión.

Apenas cuenta con segundos para pensar en otra cosa
que no fuera su crispación incrédula, o sentir el cuerpo
aplastado al asiento sin ningún poder de reacción.

Vladímir Komarov era nuestro hombre, el rojo valor
encarnado en piloto de combate que se atrevió
a ir por vez primera todo lo más cerca y accesible
que alguien se podía haber aproximado a Selenia.

Ni siquiera una cruz mínima recuerda el lugar
de los Urales donde su carcasa fue a estrellarse.
Nadie en Occidente celebra o resurge su memoria.
Este mundo es sólo ingratitud y desintegración.


(De mi libro Cartapacio de zozobra, Madrid, Edición Personal, 2003, págs. 174-175)


Restos de la nave "Soyuz 1" destrozada tras el choque


Cuando escribí este poema de carácter narrativo ignoraba que se había asignado su nombre a un asteroide y a un cráter lunar. De todos modos, la idea que se desprende sigue siendo válida por el desconocimiento casi absoluto de su figura, especialmente en el mundo occidental. Es más, la mayoría de honores que se brindaron a su memoria procedieron de la extinta Unión Soviética, donde bautizaron con su nombre y apellido una escuela de pilotos militares y un buque de seguimiento espacial, amén de haberle otorgado la Medalla de Héroe de la Patria, junto con la Orden de Lenin, y haberlo enterrado en la muralla del Kremlin, honor reservado a las más altas figuras históricas. Para salvar la honra de Europa, en Francia la federación aeronáutica creó el diploma "Vladímir Komarov" y en Liubliana (capital de Eslovenia) se llama así un club de aficionados a los cohetes.

La sonrisa de Vladímir Komarov seguirá brillando para siempre

1 comentario:

  1. En efecto, solo quienes estamos inmersos sea por profesion o aficion (como es mi caso) en el mundo de la astronautica sabemos de Vladimir Komarov, uno de los mejores cosmonautas de la extinta URSS. Muy buen poema y articulo, y ojala lo recuerden siempre como pionero que fue!

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