martes, 23 de junio de 2009

La ninfa del celuloide


Donald Spoto ha confeccionado una biografía exquisita sobre una artista que llegó a ser el paradigma de la elegancia. Mantiene el equilibrio entre la figura encantadora que proyectó como estrella de Hollywood y los detalles de una vida privada que no encajan con la imagen casta o asexuada que de ella tenían los espectadores. Hija de madre holandesa y padre inglés, sufrió el abandono paterno del hogar y las penalidades de la II Guerra Mundial en forma de hambre. Llegó a tener que utilizar el apellido materno Van Heemstra para no resultar sospechosa a los nazis que invadieron su país. Hizo de contacto con un paracaidista inglés acorralado en un bosque durante la desatrosa operación militar de los aliados denominada "Market Garden". Tuvo la feliz idea de ir recolectando flores por el camino, así que cuando una patrulla alemana la detuvo para interrogarle acerca de qué hacía allí, salió airosa del lance haciendo ver que no entendía el idioma y regalándoselas. Los soldados rieron sin sospechar nada. Parece mentira que en ese momento pudiera haberse visto truncada la carrera de una mujer cuya vida frente a las cámaras se asemejó a un cuento de hadas.


Audrey con siete primaveras

(nació el mismo año que Ana Frank)

Dio a luz dos hijos y sufrió cinco abortos. Su primer prometido fue un cantante de medio pelo apellidado Le Bon que su madre le desaconsejó. Después vino algo más serio: un multimillonario involucrado en el negocio de los transportes, un tal James Hanson, con quien no llegaría a casarse por las conquistas de las que el afortunado hacía gala siendo todavía novios. El privilegio del matrimonio le correspondería a Mel Ferrer, que luego sería el padre de su primer hijo, Sean. A su segundo marido, el psiquiatra italiano Andrea Dotti, diez años más joven que ella, le correspondería la paternidad del segundo, Luca. Entretanto, Audrey adquirió la apasionada costumbre, o tal vez sería mejor llamarla adicción, de mantener un tórrido romance carnal con algunos de los actores con los que compartía estrellato mientras trabajaban en una película. Eso al menos fue lo que ocurrió con William Holden durante el rodaje de "Sabrina", con Albert Finney cuando protagonizaron "Dos en la carretera" y con Ben Gazzara en "Lazos de sangre". Mientras estos amoríos tenían lugar, no siempre podía afirmarse con precisión que ella estuviese soltera.
Basó su atractivo en generar un aire de indiferencia con el que conseguía distanciarse y despertar deseos entre etéreos y libidinosos. Físicamente poco agraciada, se quejaba de su nariz excesiva y en cuanto ganó dinero de sobra se arregló casi por completo la dentadura. Eso sí, nunca aceptó las sugerencias de realzar su busto que, por otra parte, prácticamente no tenía. Sus puntos fuertes eran una cintura de 50 centímetros, la alegría de una sonrisa dispuesta en una amplia boca y unos ojos grandes de niña ingenua que fingían asombrarse ante lo que veían. Sus inicios como bailarina la ayudaron mucho en posteriores trabajos de carácter musical como cuando tuvo que ser pareja de Fred Astaire en la película "Una cara con ángel".
Embajadora de la UNICEF en sus años finales, Hubert de Givenchy fue su modisto incondicional y además llegó a realizar un perfume exclusivo en su honor. "L'Interdit" ("El entredicho") fue su membrete y era muy penetrante. Cobraba un millón de dólares por película en el último tramo de su carrera, aunque con el diez por ciento de los beneficios en taquilla llegó a ganar más de tres millones de dólares con el largometraje titulado "Sola en la oscuridad". Asombrosamente, el director de ese thriller era el paracaidista británico Terence Young, aquel con quien ella había hecho el papel de correo humano en la lucha de la resistencia contra la ocupación de los alemanes.
Audrey Hepburn murió a resultas de un cáncer que desde el apéndice se le fue extendiendo por el tracto intestinal hasta el colon. Givenchy tuvo el gran gesto de fletar un avión privado para trasladarla con sus más allegados, cuidadores y perros, desde Los Ángeles hasta Suiza. Iba entubada para poder administrársele suero porque no podía comer. De hecho, la morfina era su mejor amiga contra el dolor inaguantable.
Spoto no relaciona en ningún momento esta enfermedad con el hábito de fumar hasta tres cajetillas diarias que ella mantenía debido a sus crisis nerviosas, depresiones y sobre todo por la inseguridad que sentía ante las cámaras y los micrófonos. Le gustaba tener todo controlado. Por eso le disgustó el cine que se estaba haciendo en su vejez. Creía que iba demasiado rápido, con guiones pobres, sexo explícito y vocabulario malsonante. Menos mal que no llegó a vivir para ver el cine dirigido hacia los adolescentes desderebrados que filman hoy en la industria del séptimo arte.
Falleció en su mansión de Tolochenaz acompañada de su último galán, Robert Wolders, posiblemente un cazafortunas que ya había sido heredero de las riquezas de la actriz Merle Oberon tras el óbito de ésta. Ella le pasaba 25 años, y nada más morir, el señor Bob (que de bobo no tenía nada) se apresuró a vender sus joyas valoradas en millones de dólares. También estuvieron junto al lecho mortuorio de Audrey sus dos hijos, los criados, y cómo no, los perros. Al parecer, se quedó dormida con una sonrisa dibujada en los labios, final completamente apropiado para una bella durmiente, aunque estemos hablando de una belleza totalmente despierta.


Haciendo el papel de princesa para el film "Vacaciones en Roma"

A continuación reproduzco, por el valor testimonial de su carácter como mujer, un breve pasaje de un discurso suyo pronunciado en 1989:


"Nos enfrentamos a amenazas mucho más funestas que la enfermedad y la muerte. Nos enfrentamos al lado oscuro de la naturaleza humana: el egoísmo, la avaricia, la agresividad. Todo eso ya ha contaminado nuestros cielos, vaciado nuestros océanos, destruido nuestros bosques y causado la extinción de miles de hermosos animales. ¿Van a ser los niños los siguientes en la lista?"


Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes"

basada en la novela Breakfast at Tiffany's de Truman Capote

Aunque el parrafito se lo hubieran elaborado, hay que reconocer que está muy bien, sobre todo si utilizas mucho el avión viajando en primera clase (¡ay, la capa de ozono que disminuye!) y te alojas en hoteles de cinco estrellas (¡oh, esos huerfanitos de Etiopía y Somalia que se nos mueren por no tener comida! ¡Camarero, retire este plato! ¡El caviar que le pedí tenía que ser de beluga!). Exprimido el glamour cinematográfico, a muchas leyendas de la gran pantalla parece venirles bien figurar como mascarones de proa filantrópicos. Al menos así consiguen que el público joven aprenda quiénes son y los viejos fans no las entierren en la isla del olvido porque, la verdad, en ese sitio que debería ser tranquilo y paradisíaco, el cachet disminuye mucho y el alto tren de vida hay que financiarlo de algún modo.


Audrey Kathleen Ruston

(Bruselas, 1929 - Tolochenaz, 1993)

1 comentario:

  1. ¿Hay algún pecado mas imperdonable QUE SER MUJER?
    No parece, frente a un mundo dirigido y decidido a cada paso por los hombres, SER MUJER es realmente muy inquietante.

    ¡ME ENCANTA SER MUJER!

    Una mujer

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