Se trata del segundo volumen de memorias del escritor norteamericano Gore Vidal, a quien tengo en alta estima por ser el autor de Juliano el apóstata, una excelente novela histórica en la misma línea de las Memorias de Adriano, la absoluta obra maestra de Marguerite Yourcenar.
Comienza con un réquiem por el menoscabo de la literatura en beneficio de la era de la imagen y el sonido (es decir, el cine); se adentra en los 53 años de vida compartidos con su gran amor, Howard Auster; describe con sobriedad y hondura el fallecimiento de su compañero; narra algunas anécdotas con personajes destacados como Greta Garbo, Grace Kelly, Eleanor Roosevelt, Susan Sontag, Paul y Jane Bowles, Orson Welles, Federico Fellini, Francis Ford Coppola, Ray Stark, Sam Spiegel, Stanley Donen, Clark Gable, Rudolf Nureyev, Saul Bellow, Alberto Moravia, John Carson, Paul Newman, Jacqueline Bouvier y Tennessee Williams (a quien llama el "Pájaro Glorioso"); nos documenta sobre las casas en que vivió, especialmente las de Ravello y Roma; tiene la caballerosidad de no cebarse denigrando a Truman Capote, su gran detractor y enemigo; para cerrar la historia de una vida, la suya, que cree a punto de acabarse, aclarándonos quiénes asesinaron al presidente John Fitzgerald Kennedy. Por una ironía del destino, los hombres con que el presidente planeaba matar a Fidel Castro se desviaron del guión establecido y optaron por liquidarlo a él mismo tras dos intentonas previas fallidas: una en Chicago, donde Kennedy se salvó al suspender un desfile en automóvil; y otra en Tampa (Florida), de la que salió ileso.
Gore Vidal no escatima en hablarnos sobre sus incursiones en la política, así como de su desencanto con la democracia formal y corrupta de los Estados Unidos. Lo mejor es la inteligencia que destila en su escritura, hilando con fina ironía a veces, mientras que en el resto de ocasiones opta por contarnos los detalles que verdaderamente importan. Hasta cuando parece irse por las ramas y dar rodeos, en realidad está yendo al grano. Es un escritor como la antorcha de la estatua de la libertad que brilla en la isla de Bedloe al sur de Manhattan. He disfrutado como un niño leyéndolo.
Eugene Luther Gore Vidal
(West Point, Nueva York, 3 de octubre de 1925)
en la terraza de su casa de Ravello con el mar Tirreno al fondo y las ruinas grecorromanas de Paestum a pocos kilómetros de su espalda
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