lunes, 27 de diciembre de 2010

Algunos pensamientos sin importancia ninguna



NEGROS PRESENTIMIENTOS

Unos corren en pos del reconocimiento. Otros luchan sólo para ganar. Los más se privan por no poder gastar lo que no tienen, más que por sentido del ahorro. Y todos anhelan más. Hay quienes juegan a la lotería para tapar agujeros. En cambio alguno, haciéndose pasar por original, dice que si le tocara un premio en metálico se encargaría de hacer hoyos con el dinero. Nadie escucha la voz bíblica que advierte contra la vanidad. En estas fechas navideñas se ve a la gente correr de un lado para otro. Atiborran de afán consumista los pequeños comercios y las grandes superficies. También suspiran por un amor más alto, más rico y más hermoso que el anterior. Corren a la búsqueda de quimeras. Todo sea para olvidar que la vida es una carrera contrarreloj hacia el agujero negro de la muerte que está en todas partes amenazando con absorber la energía alrededor.

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La mayoría de los artistas que admiro estaban muertos a mi edad. Su obra se había cumplido a pesar de tener menos tiempo que yo para realizarla. A mí, como a todos en general, de nada me sirve gozar más prórrogas temporales. Jamás haré el libro soñado. Jamás conseguiré quedar satisfecho con lo que haga. Jamás tendré capacidad para lograrlo. Visto que es así, mejor será emplear la vida que me queda en leer y disfrutar a quienes merecen ser leídos y admirados.

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Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 - Ginebra, 1986) con María Kodama (Buenos Aires, 1937) paseando por París en 1983, a la orilla del Sena, dejando atrás el "Pont du Carrousel"

El cebo de la posmodernidad capitalista es el crecimiento, llamado ahora "desarrollo sostenible", casi un oxímoron en sí mismo. En realidad, da igual lo que se crezca, porque siempre se beneficiarán los propietarios de los medios de producción cuyos indicadores arrojen cifras de crecimiento. Y todo lo que sea seguir creciendo me temo que implicará derrochar y destruir ecosistemas medioambientales por mucho que reciclemos nuestras propias basuras. Tal vez reciclar sea un linimento para nuestra mala conciencia, un analgésico moral para atenuar la fiebre depredadora, pero la enfermedad seguirá ahí, aunque con ese antipirético logremos disminuir su temperatura.

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Viñeta de Andrés Rábago García, "El Roto"
(Madrid, 1947)

El público es carroñero. Se equivocan quienes pretenden ofrecerles alimentos espirituales como son los libros. Es como arrojar margaritas a los cerdos. Consumen televisión y se extasían con la porquería del chismorreo. Les encanta ver cómo los ricos también lloran. Alcanzan orgasmos con los trapos sucios de las celebridades horteras. Adquieren todo tipo de aditamentos audiovisuales, productos de cosmética, ropa para engrandecer las apariencias, e incluso se tatúan y agujerean la piel como lo hacían los caníbales de Nueva Papúa. ¿En qué grado valora esta gente cultivarse a través de la lectura, si hoy abundan quienes se las dan de intelectuales y no pasan de cinéfilos pueriles? Se han tragado toda la industria de Hollywood, pero ni siquiera conocen los entresijos de la elaboración de las películas ni las biografías de los actores. Todos estos peripatéticos sabios no son más que un fraude que desvaloriza el merecido respeto que se le debe al conocimiento.

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Viñeta de Juan Carlos Contreras
(Jaén, 1963)

Me moriré sin saber qué sentido tiene aparecer por aquí en un punto determinado de la historia de la humanidad y desaparecer en otro. Los libros han burlado a la muerte porque han sido capaces de brindarme amistades con las que no coincidí en el tiempo. En estos días he andado de conversaciones con María Zambrano, Séneca e Isaac Newton, a quienes la distancia espacial o temporal me impidió conocer. Además, aunque coexistas con alguien que admiras, puede ser que no sea lo mismo escucharlo que leerlo. O que esa persona no tenga tiempo para un desconocido como tú. Tal vez que le cohíba ese mismo desconocimiento y se desnaturalice en tu presencia, adoptando un papel de divo o de huraño que te rehúye. Todo eso no ocurre cuando estás enfrascado en medio de la orgía perpetua de tu propia biblioteca. Aquella que te has ido formando con los años mientras se reían de ti los analfabetos funcionales que ahora se disfrazan de consejeros cantándote las alabanzas del libro electrónico. Los mismos que no leían en papel, por lo visto van a hacerlo ahora o en el futuro en una pantalla minúscula. Si antes apenas pasaban de mirar las portadas, ahora me los imagino echando un vistazo a las fotos, si es que vinieran incluidas decorando los textos en los e-books.

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La muerte y el tiempo formaron matrimonio cuando la carne se hizo a partir del verbo. La muerte le pide al tiempo incesantemente cohabitar. Y el tiempo, como un amante insaciable, no para de complacerla por todos los medios.


Pareja de jóvenes enamorados hallada en la ciudad italiana de Mantua en el año 2007. Sabemos por su dentadura en buen estado que eran jóvenes y se calcula, tras el análisis de sus huesos, que vivieron en algún momento del periodo Neolítico, entre el año 3.000 y 4.000 a. C.

2 comentarios:

  1. "Me moriré sin saber qué sentido tiene aparecer por aquí en un punto determinado de la historia de la humanidad y desaparecer en otro."

    Como no eres aficionado a la literatura de ficción, pero yo si, pienso que tu punto de vista es muy anticopernicano. La vida no gira alrededor nuestro. Puede que seas el padre o el abuelo de un escritor, cientifico o inventor que marque un hito en la historia venidera. Ese podría ser el sentido de tu vida que tu no conocerás.

    De todas formas recurriré a un amigo común:

    "Al final de este viaje en la vida, quedará
    nuestro rastro invitando a vivir. Por lo menos por eso es que estoy aquí."

    O como decia el protagonista de Gladiator: "Hermanos, lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad".

    Un abrazo y feliz navidad.

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  2. Cuando el sol se convierta en una estrella enana roja y después se apague, ni siquiera la obra de William Shakespeare permanecerá. El sentido de la vida por el que me pregunto no tiene que ver con el ombligo desde el que todos miramos al resto del mundo. Lo que me cuestiono, como cualquier otro ser humano, lo hago como un ser consciente e insignificante "en medio de" y "en confrontación con" la Nada, esa especie de vacío por el que circularán algunos electrones desorientados cuando el universo termine por contraerse y agotarse tras un largo periodo en expansión. Ahí no quedará rastro ninguno de nadie y por eso es lógico sentir melancolía como la que produce cualquier esfuerzo baldío.

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