El Estado Islámico (conocido como ISIS por sus siglas en inglés: "Islamic State of Iraq and Syria") se propone como objetivo último hacer ondear el símbolo de su bandera negra en el obelisco de la Plaza de San Pedro
ENVENENAMIENTO RELIGIOSO
Una concejal —¿se puede decir que de "Podemos"?— se ha manifestado contra el espectáculo sangriento de las corridas de toros, pero se ha negado a firmar una declaración de condena de su ayuntamiento contra los atentados en Bruselas. No recuerdo qué pretextó esta mendruga, pero semejante imbecilidad moral está más extendida de lo que se cree entre los altos páramos de la izquierda.
Dos explosiones sucedidas el 22 de marzo a las 8:00 horas en el aeropuerto de Zaventem dejaron 14 muertos y decenas de heridos
Porque no muy diferente es ese breve rodeo argumental que pretende demostrar que la matanza de Bruselas —como las de París o Madrid— no tienen otros culpables, en fin, que nosotros mismos. O, en todo caso, que los gobiernos europeos. Les pondré un ejemplo: un "tuit" de Izquierda Unida —replicado una y otra vez por sus organizaciones territoriales y fuerzas afines, por supuesto— del que se podía deducir sin mayores complicaciones que si se acababa con la pobreza (¿dónde) y no se le vendían armas (¿a quién?) el terrorismo yihadista desaparecería como un azucarillo en el agua.
Nidhi Chaphekar
(India, 1971)
Azafata de "Jet Airways" conmocionada en el aeropuerto bruselense
Desde este punto de vista, la religión sería apenas un asunto colateral de la violencia terrorista de origen islámico, un canal por donde circularía y estallaría una ira más o menos justificada y justificable, aunque estuviera terriblemente equivocada. Por supuesto, estas simplezas se venden como si fueran verdades cuidadosamente ocultas por los verdaderos poderes de las democracias liberales. Menos mal que está gente como Alberto Garzón, por ejemplo, para ilustrarnos.
Al menos 20 personas murieron también el 22 de marzo en el ataque
terrorista a la estación de metro de Maelbeek ocurrido a las 9:11 horas
Deberíamos construir otro discurso crítico más lúcido, más honrado intelectualmente, más capaz de provocar cambios y garantizar la seguridad sin socavar los derechos constitucionales. Reconocer, por ejemplo, que el terrorismo yihadista se nutre básicamente de odio religioso, una fuerza atroz que ha recorrido la historia humana para ahogarla en sangre y sembrarla de ignominia. El milenarismo islamista se explica porque esta confesión religiosa no ha sido combatida, por supuesto, para dejarla en su sitio, como ha ocurrido durante los últimos siglos con las confesiones cristianas y con el judaísmo en sociedades cada vez más secularizadas.
Combatientes radicalizados del ISIS, soldados islamistas de fanático
carácter religioso, portando la bandera negra del Estado Islámico
Sí, es cierto que el Islam puede ofrecer luces brillantes entre sus sombras criminales (el Mut´azili, en sus inicios una teología de vocación racionalista; el iman al-Shatibi, un jurista excepcional del siglo XIV que propugnó cautamente una separación entre Iglesia y Estado; o hasta un pensador ateo del siglo IX, el divertido al-Ma´ari, cuyas estatuas derribó Al AQaeda en Siria hace pocos años), pero no una evolución hacia la modernidad científica y filosófica. El Islam, lo mismo entre chiitas que entre sunitas, se considera fuente de autoridad política y regulador de normas de convivencia pública. Es sumamente difícil encontrar un musulmán que entienda que su libro sagrado no debe codificar las relaciones sociales entre los hombres y limitar los poderes públicos.
Los "pijiprogres" suelen despachar estos ataques criminales con una pegatina del tipo "Je suis Charlie Hebdo", "Je suis parisien", o ahora "Je suis bruxelles", y así sucesivamente, quedándose tan panchos
Dos de los jóvenes responsables de los atentados en Bruselas eran belgas y se educaron como belgas. No sufrieron hambre, ni violencia institucional, ni invasiones militares. Les envenenó una religión y su visión grotesca, cruel y sanguinaria del mundo. Por supuesto que las agresiones imperialistas y los gobiernos corruptos alimentan suplementariamente este odio. Pero es una rencorosa rabia de siglos, no una reacción ante la política de Washington o la fundación del Estado de Israel.
(Artículo de opinión escrito por Alfonso González Jerez publicado
por el periódico "La Provincia" el viernes, 25 de marzo de 2016)
Alfonso González Jerez
(Caracas, Venezuela, ¿1965?)
Periodista y escritor
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