domingo, 27 de marzo de 2016

Últimas palabras ante un mundo que se derrumba

 
[Braun, Eva: Cartas a Hitler (Berlín, 1945), Madrid, Editorial Funambulista, 2016, (edición y notas de Rafael Sierra), (postfacio de Ramón Vilardell), 279 páginas, precio: 16 euros]
 
NOTITAS PARA EL QUERIDO ALFIE
 
Éstas son las supuestas cartas que escribió Eva Braun y conservó Alger Naumann, hijo del que fuera edecán personal de Hitler en el búnker de Berlín, Theobold Traugott. Si son ciertas, resulta raro que se le entregaran al director de una editorial pequeña como “Funambulista”; si no lo son, demuestran un ejercicio de estilo y reconstrucción histórica encomiable por su prosa emotiva, de ritmo pausado, y su sencillez. En caso de ser un invento literario, y tiene todas las trazas de serlo, habría que atribuírselo al que aparece como anotador de los textos, el profesor de Geografía e Historia y escritor, Rafael Sierra.
 
 
Rafael Sierra Pérez
(Ámsterdam 1963)
Escritor, maestro y licenciado en Humanidades
 
Hay más sospechas para pensar que estamos ante un ingenioso truco de prestidigitación verbal. Una de ellas es que Eva Braun se propone a sí misma como compañera de cama de Hitler (página 77: “Bien es cierto que, apenas pasados unos instantes, las pesadillas te asaltan y entonces te oigo gemir y estremecer hasta que finalmente caes en un estado de duermevela en el que adivino que no estás despierto, pero también sé que tampoco estás dormido”), cuando sabemos por otros testimonios como el de las memorias (tituladas Hasta el último momento) de Traudl Junge, la secretaria de la Cancillería del Reich, que Hitler y Eva Braun durmieron en habitaciones separadas durante toda su estancia en el búnker berlinés.
 
 
Eva Braun con un schnauzer negro originario de Württemberg y Adolf Hitler con su perra de raza pastor alemán llamada "Blondie" en la residencia veraniega del Berghof en los Alpes bávaros
 
Quizá la prueba más elemental de que estamos ante un engaño sea que no aparece en los créditos del libro ni en el prólogo el nombre del traductor de las epístolas al idioma español. Teniendo en cuenta que en España apenas se lee y es muy difícil rentabilizar la edición en papel de un libro, no creo que debamos tener a mal que hayan urdido esta estratagema para conseguir un best seller. Después de todo, el contenido de las cartas es muy creíble, especialmente si pasamos por alto que la verdadera Eva Braun era una mujer más bien inclinada hacia el deporte y no disponía de muchas luces ni dotes para la escritura. En todo caso podríamos colegir que, si una persona como ella, con el cerebro de una mosca, fue capaz de escribir de manera tan amena y concisa, entonces lo que ocurre es que el nivel de redacción en el actual panorama educativo, en comparación con épocas pretéritas, ha descendido hasta cotas irrisorias.
 
 
Ernst Röhm (Múnich, 1887 - 1934), célebre por sus orgías gays, fue uno de los grandes amores del Führer que acabó, como tantos, en traición: Hitler ordenó asesinarlo en su celda porque Röhm quería sustituirle en la cúspide del poder militar insistiendo en integrar el Reichswehr (el ejército) en las SA (Sturm Ab Teilung: "Sección de Asalto")
 
El corpus textual se divide ordenadamente en 22 cartas con una especie de prefacio al inicio y unas notas sueltas al final a las que se añade una confusa e incompleta misiva con la orden de Hitler para que incineren su cadáver junto con el de Eva. Para tratarse de una farsa literaria, desde luego, hay que reconocer que Rafael Sierra ha pensado en todo. Y por si le supiera a poco, el lector puede contar además con un postfacio en el que un filósofo catalán, Ramón Vilardell, se recrea meditando sobre las causas del nazismo y su identificación con las razones de ser de la modernidad, a saber: el afán de dominio de la naturaleza (los nazis a través de su ideología y maquinaria de guerra, nosotros a través del materialismo y la tecnología).
 
 
Hitler en el Berghof con Eva Braun tras un almuerzo y el pase de alguna película que le gustaba comentar con sus invitados. El sopor que le provocaba la comida no era nada comparado con la somnolencia que le producía la sola idea de acostarse con una mujer
 
Se nos plantea como un misterio el suicidio de Geli Raubal y se nos oculta cuidadosamente que una hipótesis pudo ser sencillamente ésta: la muchacha adoraba a su tío de manera incestuosa, y se mató al descubrir que era homosexual, siéndole imposible por tanto abrigar fantasías sobre su progresión como pareja. Fuera o no éste el motivo de su oscura muerte, la verdad es que las cartas no reflejan, para satisfacción de Hitler, que siempre quiso ocultarlo a toda costa, la condición homoerótica del Führer demostrada por Lothar Machtan en su libro El secreto de Hitler, la doble vida del dictador (Barcelona, Planeta, 2001). ¿Tan difícil es entender que Hitler no quería saber nada de las mujeres y por eso disimulaba afirmando en sus mítines que su único amor era Alemania? ¿No se comprueba con el hecho de que se casó la noche antes de suicidarse cuando ya había experimentado el cianuro el día anterior con su perra Blondie, lo que demuestra sus intenciones de matarse al día siguiente?
 
 
Angelika "Geli" Rubal, Adolf Hitler y Elfriede "Friedi" Raubal.
La primera se suicidó probablemente al sorprender a Hitler en el lecho con otro hombre, o bien fue objeto de un crimen de Estado simulando un suicidio por orden de Hitler, quien a toda costa quería ocultar sus inclinaciones sexuales a un mundo que entonces no las aceptaba
 
Lothar Machtan aporta pruebas escritas de cartas enviadas por un amante de Hitler que lo extorsionaba desde Estados Unidos para que le enviara dinero si no quería que lo delatase. Los informes de los altos mandos en la I Guerra Mundial sobre su comportamiento hablan de escarceos sexuales con compañeros de tropa en graneros. Pero, claro, Rafael Sierra no tiene por qué haber consultado este libro. Es imposible leer todo lo que se haya impreso aunque se trate de un tema acotado. La bibliografía sobre la II Guerra Mundial es inabarcable, y a lo mejor al ocurrente Rafael Sierra se le escapó esta investigación o la descartó porque no le venía bien a sus propósitos de crear un devastador drama wagneriano romántico.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
 
Adolf Hitler y Rudolf Hess: dos hombres que juntos escribieron en la cárcel el "Mein kampf" ("Mi lucha") después del putsch de Múnich en 1923. Hitler dictaba mientras Hess escribía. Más que probablemente ambos compartieron celda y cama también al quedar en libertad

1 comentario:

  1. Muy buena ctítica del libro. Les invitó a que adivinen si es cierto o no.
    Estoy seguro que son lectores inteligentes.
    Un saludo.
    Rafael Sierra

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