El guion se basa en la novela de George Vincent Higgins
Cogan's Trade (El comercio de Cogan) publicada en 1974
KILLING
THEM SOFTLY
(“MÁTALOS
SUAVEMENTE”)
(2012)
El comienzo de esta historia le debe mucho al John
Steinbeck de “Las uvas de la ira”. Un hombre con aspecto de marginado atraviesa
un túnel que conduce a un solar abandonado en el que la basura y los papeles
vuelan. Es el reverso del sueño americano, la cruz del sistema capitalista, los
proyectos de construcción abandonados, el individuo castigado por la
contracción económica, el fracasado que se arroja al extrarradio donde habitan
la desesperanza y la pobreza. Mientras vemos este inicio filmado con lentitud y
tono poético, resuena en la cabeza del tipo que camina con cara de preocupación
y desencanto el discurso tópico de un candidato a la Casa Blanca: “Compatriotas,
ciudadanos de este país: en este momento tenemos la oportunidad de lograr la
vida que deseamos, aquello que será lo que nos impulse. La promesa americana
cumplida es la que siempre ha distinguido a nuestro país. Es esa promesa la que
establece que cada uno tiene la libertad de vivir la vida que uno desea.”
Ray Liotta
(Newark, New Jersey, 1954)
La escena en que lo asesinan es antológica
Scoot McNairy y Ben Mendelsohn
interpretan a dos exconvictos, Frankie y Russell, contratados por Johnny Amato
(Vincent Curatola) para atracar una timba de póker. Como un tal Markie Trattman
(Ray Liotta) ya había cometido un robo de similares características, y pasado
un tiempo se jactó de haberse beneficiado muerto de risa, todo el mundo pensará
que ha reincidido por lo que cargará con la culpa. El plan parece perfecto,
pero los tipos a los que van a esquilmar no van a quedarse tranquilos hasta consumar
su venganza. Para llevarla a cabo recurren a Jackie Cogan (Brad Pitt), quien a
su vez intentará delegar en Mickey (James Gandolfini), un matón a sueldo que se
encuentra echado a perder por su adicción al alcohol y al sexo.
Ben Mendelsohn
(Melbourne, Australia, 1969)
La interpretación que hace de un heroinómano merecería un Oscar
La película muestra a un abogado
(Richard Jenkins) que actúa de intermediario entre la Mafia y el especialista
en asesinatos Jackie Cogan. Además, en la resolución de la trama veremos que el
tejido de la corrupción en Estados Unidos es muy intrincado porque uno de los
atracadores será detenido, no por los gánsteres, sino por la propia policía
uniformada cuando el yonqui acuda a retirar su parte del botín en una entidad
bancaria. Se deduce que las conexiones policiales con el lumpen del crimen pueden
no limitarse a la de tener soplones infiltrados. Se sugiere que los policías
podrían actuar como un brazo armado en connivencia con la Mafia.
William Bradley Pitt
(Shawnee, Oklahoma, 1963)
Su presencia en una película siempre es garantía de calidad
La aparición de Brad Pitt en la
cinta se produce bajo los acordes de una maravillosa canción de Johnny Cash plagada
de citas bíblicas: “The man comes around”. La letra hace referencia a los
cuatro jinetes del Apocalipsis y a que un día el hombre tendrá que afrontar el día
del Juicio Final. Mientras la narración se va desarrollando, escuchamos de
fondo una voz, como si proviniese de la radio, sermoneándonos sobre la
recuperación económica auspiciada por el gobierno para combatir la crisis y el subsiguiente
pánico financiero que podría ocurrir.
La película costó 15 millones de dólares y merecidamente
logró recaudar 37 millones con novecientos mil dólares
Una vez perpetrado el atraco a
los jugadores de la partida de póker, el primer sospechoso es Markie Trattman.
Los hermanos Barry (Max Casella) y Steve Caprio (Trevor Long) le darán una
paliza para ver si suelta quiénes fueron los dos ejecutores del sencillo plan.
Como Markie no intervino en esta ocasión y es inocente, no puede decir nada, lo
que no le evita unas cuantas costillas rotas, la pérdida de cuatro o cinco
dientes, la mandíbula fracturada y la extirpación del bazo. La Mafia tendrá que
dar un castigo ejemplar para que este tipo de incidentes no se repitan. Eso es
lo que piensa Jackie Cogan y se lo comunica al abogado. Por lo tanto, a la
salida del hospital a Markie Trattman le espera un final que Andrew Dominik ha
filmado llevando al extremo la técnica exquisita de Sam Peckinpah: una
recreación a cámara lenta del asesinato de un hombre en el que las balas
atraviesan el cristal de un vehículo y le vuelan la tapa de los sesos.
Andrew Dominik
(Wellington, Nueva Zelanda, 1967)
Un gran director cuyas cualidades saltan a la vista de inmediato
La película contiene una de las
escenas más reveladoras del estado de un heroinómano, su estado de conciencia
obnubilada y próximo a un estado de tranquilidad vegetal. El actor Ben
Mendelsohn se luce mostrando una capacidad interpretativa alucinatoria y Andrew
Dominik confirma que es un director con la sensibilidad artística de un genio.
Al final del film veremos la dura crítica que realiza cuando superpone el
discurso retórico, hipócrita y populista del presidente Obama
hablándonos de recuperación de la confianza en la inversión, responsabilidad de
los operadores bursátiles, trabajo de los asalariados en común, actuación de
todos como una sola nación o ausencia de diferencias entre Wall Street y la gente
de la calle, cuando la realidad palpable es que el ciudadano norteamericano
medio está solo, sin protección social, abandonado por el aparato del Estado y
orgulloso al mismo tiempo de su individualismo feroz.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
La película culmina con una crítica implacable:
"Los Estados Unidos no son un país, son un negocio"
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