martes, 17 de febrero de 2009

Doce autores en busca de entrevistador



Según el prologuista Robert Towne, el autor de este libro "ha robado un pedazo del alma de cada uno de estos doce extraordinarios escritores y lo ha puesto sobre el papel". En efecto, Lawrence Grobel ha sabido capturar "anécdotas sin precio, comentarios irreflexivos e ideas que muy probablemente no encontraríamos en sus obras ni en su boca". Además, tiene una opinión muy interesante acerca de los tiempos que vivimos respecto a la literatura: "Nos hemos rebajado por el hecho de que (los escritores) no sean reconocidos del mismo modo que las estrellas del rock, las estrellas de cine o los deportistas profesionales". El mismo Saul Bellow se lamenta: "El país ha cambiado tanto que lo que yo hago no significa nada, a diferencia de cuando era joven. Había algo parecido a la vida literaria en este país, y había gente que vivía como un escritor. Todo eso cambió en el transcurso de mi vida".
Para Larry Grobel, lo que tienen en común los doce escritores que entrevista es que dominan lo que hacen y son entretenidos. El prefacio acaba con una cita preciosa del autor de Trampa 22, Joseph Heller: "Me he acabado la juventud. No voy a vivir para siempre, ya sabes, aunque voy a morir intentándolo".

Saul Bellow (Quebec, 1915 - Massachusetts, 2007)

De todos los entrevistados el más interesante resulta ser Saul Bellow. Como lo clasifican por judío, alega que "la gente que se dedica a poner etiquetas debería trabajar en el negocio de los chicles". Al cine lo critica porque las películas no pueden mostrar la vida interior de los personajes, sólo sus acciones exteriores. Al estado de California lo considera "una extremidad artificial que el resto del país no necesita". Y refiriéndose a los críticos literarios recurre a un apropiado refrán yiddish: "Un idiota tira una piedra a un estanque, diez sabios van al estanque a buscarla y no la encuentran". El idiota es el crítico, que hace lo más fácil. Bellow arremete contra la penuria de la enseñanza de la literatura. Es valiente. Dice que "la vida familiar de hoy no crea más lectores. En parte por la tele, en parte por la educación, en parte por los libros preparados para los escolares que pretenden ser narraciones y están tan mal construidas y son tan aburridas y sensibleras, que los niños no les prestan la menor atención. La experiencia de la literatura está ausente de las vidas de la generación de los lectores más jóvenes, y eso es algo malo. No creo que los clásicos se sigan leyendo". Bellow critica también la revolución sexual que trajeron los anticonceptivos en los años sesenta: "El amor se ha convertido en un fenómeno de consumo porque juzgamos a la gente del mismo modo en que juzgamos a las mercancías: puede irnos mejor o podemos obtener otro".

Ray Bradbury (Waukegan, Illinois, 1920)

Ray Bradbury, en cambio, se dedica a mostrar su optimismo narcisista y su miedo a volar. J. P. Donleavy hace una observación curiosa: "Para un americano no es raro ir a la nevera de otra persona, abrirla y coger algo. Pero eso sería imperdonable en Europa". James Ellroy se pone a presumir de no leer mucho y escribir a base de ser muy listo y haber sido un delincuente, borracho y drogadicto durante la juventud. Afirma odiar la música rock porque "es rebeldía institucionalizada". Allen Ginsberg viene a ser más interesante. El poeta de la "generación beat" denuncia que "el bombo publicitario es el único fin de la televisión y de casi todos los medios". Habla de sus relaciones con Jack Kerouac y William Burroughs, tanto sexuales como literarias. Incluso comenta que una vez quiso escribir un largo poema que contuviera a todo el mundo con el que se acostó, pero abandonó el proyecto porque era tanta gente que se le olvidó. Tiene la lucidez de sostener que "el mundo de la pintura es un mundo de estafadores, como el mundo de las galerías o el mundo de los bestsellers, y la distribución de revistas y discos de éxito está controlada por la mafia". Es partidario de que las drogas se "pongan en manos de médicos en lugar de policías corruptos y el crimen organizado". Y la mejor de todas sus respuestas es ésta: "Hoy se ha llegado a tal punto de degradación humana que la gente admira la agresión por encima de la inteligencia y la sensibilidad".

Allen Ginsberg (New Jersey, 1926 - Nueva York, 1997)

Andrew Greely no se queda atrás cuando denuncia a la jerarquía eclesiástica de la siguiente forma: "el bien de la iglesia no está bien servido cuando psicópatas, sociópatas, personalidades antisociales, pederastas, ladrones, alcohólicos e incompetentes son rutinariamente puestos al frente de las diócesis americanas". Y añade: "Sin duda ha habido sacerdotes homosexuales, obispos homosexuales, papas homosexuales y santos homosexuales, pero no es deseable que todo el sacerdocio sea homosexual, porque eso lo distinguiría de una manera extraordinaria del resto de la humanidad". En cuanto a su fe, recurre a un pensamiento de Woody Allen: "No es que no crea en Dios, pero creo que Dios no se esfuerza lo suficiente".

James Ellroy ( Los Ángeles, 1948)

Elmore Leonard (Nueva Orleans, 1925)


Alex Haley cree que "a la mayoría de la gente le gustaría que la entendieran mejor, porque todos sentimos que no nos entienden". Como escritor negro considera que lo peor de la esclavitud que sufrieron sus antepasados fue la capacidad de ser crueles que tuvieron los blancos. Joseph Heller escribe siguiendo el principio de hacer el libro que le gustaría leer si lo hubiera escrito otro. Elmore Leonard afirma que la principal razón del crimen es la avaricia. Le gusta escribir sobre personajes malvados porqe son idiotas y por eso el lector se divierte, porque nunca sabe qué van a hacer o por dónde van a salir. Dice estar sorprendido de la baja estatura de todas las estrellas que ha conocido, por ejemplo John Irving. Sabe que los estafadores son simplemente vagos que han elegido el camino fácil porque el honesto es más duro. Ni siquiera "quieren tener que aprender a hacer algo".


Norman Mailer (New Jersey, 1923 - Nueva York, 2007)

Norman Mailer tiene la decencia de nombrar a los dos escritores contemporáneos más importantes: Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez. Después se saca de la manga un dogma que funciona, una especie de tópico infalible: "Cuanto peor es la arquitectura, más nuevo es el edificio". Es un escritor muy ambicioso y un hombre muy leído que nos recuerda un refrán hindú: "Nunca debe preocuparse uno por algo en lo que no se puede influir". Piensa que toda gran novela crea una nueva conciencia ella misma, pero también todo gran libro contiene pasajes de aburrimiento que debemos soportar en uno u otro momento. Joyce Carol Oates demuestra la envidia que le tienen por lo mucho que publica y se defiende argumentando que quienes padecen celos por su éxito ignoran todo lo que trabaja. Es una escritora compulsiva que aprovecha para escribir cualquier situación o circunstancia, incluso las horas de insomnio. Le fascina la violencia y la crueldad con que la gente de clase baja se brutaliza. Cree que los grandes genios son muy peculiares y distintos, de hecho, "nadie le echa en cara a Chopin que nunca escribiera una ópera". En su juventud formó parte de un mundo en el que todos los débiles eran agredidos, por lo que deduce: "Ésta parece ser la condicion humana: que se metan contigo, ser una víctima". Estoy de acuerdo con ella en que "la televisión es para personas interesadas en lo más superficial de la vida", o en la alusión que hace a Henry James: "Lo que es dicha para una persona, es veneno o maldad o dolor para otra". El guionista y autor teatral de éxito Neil Simon cuenta una paradoja muy humana: "La gente trata a la gente triunfadora como a la realeza y al mismo tiempo quiere dispararle". Lo más divertido que cuenta es una cita de George Bernard Shaw referida a un crítico literario: "Estoy sentado en el lavabo leyendo su crítica de mi obra y pronto voy a dejarla atrás". Muy elegante e ingenioso. Como para ponerle punto y final a esta reseña que se me ha extendido mucho.

Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938)

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