domingo, 15 de febrero de 2009

Un libro entrometido


Éste es el filósofo que, junto con Nietzsche, tanto influyó en los escritores de la generación del 98. Sus ideas misóginas y su teoría sobre la voluntad como motor universal probablemente fueron leídas con provecho por Unamuno y Baroja. Casi todo lo que escribió sobre la mujer ha quedado anacrónico, pero no así lo que reflexiona sobre el amor o el matrimonio. Como no quiero ser diletante desviándome del asunto que me ocupa, lo mejor será presentarlo en su vertiente de casanova.
Arthur Schopenhauer fue hijo de una escritora, Johanna Trosiener, cuya obra completa ella misma se encargó de editar en 24 volúmenes. Tras quedar viuda, se mudó a la ciudad de Weimar en el año 1806 con su joven amante, Friedrich Müller von Gerstenbergk. El hijo jamás le perdonó que desatendiera a su padre enfermo, dejándolo al cuidado de un sirviente, cuando se hallaba moribundo para reunir en torno suyo a unos escritores: "Mi señora madre organizaba tertulias mientras él se consumía en su soledad, y ella se divertía mientras él soportaba amargos tormentos. ¡Hete aquí el amor de las mujeres!".
A este rencor manifiesto hacia su madre se le unieron diversos fracasos sentimentales. Su primer amor importante se dirigió hacia una actriz que terminó desdeñándolo para convertirse en concubina del duque Carlos Augusto. Su segunda relación fue más pedestre, con una camarera que le dio un hijo muerto al poco de nacer. La tercera mujer de su vida fue una cortesana célebre, Teresa Fuga, una mujer de mundo con la que vivió un tórrido romance en Venecia. La cuarta resultó ser una aristócrata inglesa que conoció en Florencia y le dejó una huella muy profunda. Era tuberculosa y la enfermedad hizo desaconsejable la aventura del matrimonio. La siguiente hizo el papel de consuelo para sus frustraciones. Se trataba de Caroline Richter Medon, una cantante de teatro. La sexta mujer de su trayectoria amorosa fue una joven de 17 años, Flora WeiB, en quien no pudo despertar interés por ser ya un anciano, aunque al padre de la muchacha no le pareciera mal la petición de mano al enterarse de la posición de nuestro filósofo. Intentó más tarde vivir con Caroline Medon en Fráncfort, a pesar de que ésta había tenido un hijo con otro galán seductor mientras era cortejada por Schopenhauer. Al pretender que dejara en Berlín al retoño (fruto de su traición) la aventura fracasó, pues ella prefirió quedarse al lado de su criatura y decirle adiós.
En Berlín también había mantenido amores con una costurera llamada Caroline Marquet, a la que agredió y después de un largo proceso judicial tuvo que pagar una renta vitalicia. Por último, desconocemos el nombre de la señorita que le dio otro hijo muerto apenas nacido. Sí sabemos que vivió un inesperado colofón a sus aventuras con una escultora, Elizabeth Ney, poco antes de morir.
Éstos son los trazos de una biografía libidinosa que podrían ayudar a entender la misoginia del filósofo alemán que escribía en solitario "cum ira et studio". Para comprenderlo siempre habrá que hacer un esfuerzo por aproximarse a la mentalidad imperante hace dos siglos. Aquí están algunas de sus observaciones más divertidas o valiosas:

Arthur Schopenhauer cuando era joven


"Las mujeres son el sexus sequior (el segundo sexo), inferior al masculino. (...) Rendirles veneración es sumamente ridículo y nos degrada ante sus ojos". (Página 34).


"La mujer, tras uno o dos partos, casi siempre pierde su belleza". (Página 36).


"Lo que hace a las mujeres tan apropiadas como nodrizas y educadoras de nuestra primera infancia es precisamente el hecho de ser ellas mismas pueriles, tontas y poco perspicaces; en una palabra, permanecen toda su vida como niñas grandes". (Página 36).


"Estamos influenciados por la galantería francesa de viejo cuño y nuestra insulsa veneración hacia las mujeres, punto culminante de la estulticia cristiano-germánica cuyo único resultado ha sido hacerlas tan arrogantes y desconsideradas que a veces le recuerdan a uno los monos sagrados de Benarés, los cuales, conscientes de su santidad e intangibilidad, se sienten con derecho a todo". (Página 38).


"El defecto fundamental del carácter femenino es la injusticia (...) por el hecho de que la naturaleza las obliga a depender más de la astucia que de la fuerza". (Página 48).


"La mujer, al igual que el calamar en su tinta, se esconde tras el disimulo y nada en la mentira". (Página 49).


"Todas las mujeres son proclives al despilfarro". (Idea que toma de Menandro: "Todas las mujeres son derrochadoras por naturaleza"). (Página 50).


"Las mujeres siempre creen en el fondo de su corazón que la misión del hombre es ganar dinero, mientras que la suya es gastarlo". (Página 50).




"El amor es como la fe: no se puede obtener por la fuerza". (Página 63).


"La fascinación vertiginosa que se apodera de un hombre cuando éste contempla a una mujer cuya belleza admira, haciéndole creer que el bien supremo consiste en unirse a ella, no es sino el propósito de la especie, que quiere perpetuarse por este medio". (Página 71).


"El deseo sexual (...) aunque promete una cantidad indecible, infinita y desmedida de cosas, es miserablemente poco lo que cumple". (Página 72).

"La virginidad es hermosa no porque sea una forma de abstinencia, sino porque es una forma de prudencia". (Página 76).


"Contraer matrimonio significa para el hombre dividir por la mitad sus derechos y multiplicar por dos sus obligaciones". (Página 81).


"El mero hecho de casarse es como meter la mano en un saco con los ojos vendados y pretender sacar la única anguila entre un montón de serpientes". (Página 82).


Arthur Schopenhauer (Danzig, 1788 - Fráncfort del Meno, 1860)


Lápida de su tumba en Fráncfort del Meno

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