Hablaban de la furia española pero él la trajo de Bulgaria. Comentaban que para llegar a ser un crack había que pasar hambre como en las favelas que pueblan los arrabales de las grandes ciudades brasileñas, pero Stoichkov nunca tuvo el estómago vacío en su infancia. Decían que al FC Barcelona le faltaba garra, pero él la derramó de sobra. El Barça buscaba un goleador por toda Europa y se fijó en él porque había marcado 38 goles en la liga con el CSKA de Sofía y se hizo acreedor a la Bota de Oro compartida con Hugo Sánchez, otro gran delantero centro que vino a España gracias al Atlético de Madrid. Hristo Stoichkov es un mundo aparte. Marcó 278 goles en 534 partidos de primera división e internacionales, y entre ellos más de 100 los hizo para el Barça de sus amores a quien nunca ha traicionado. Está en la lista de los 100 mejores jugadores de la historia para la FIFA. Y en el corazón de los aficionados blaugranas está grabada a fuego su imagen. Nombrar a Hristo para un culé es como mencionarle Jesucristo a un cristiano. Lo fue todo. El día de su despedida en el Camp Nou no hicieron falta aspersores: el césped se regó con lágrimas. Fue el mejor número ocho del Barça, de Europa y del mundo. Su pierna izquierda era prodigiosa en el disparo. Le vi marcar vaselinas imposibles por lejanas desde fuera del área, incluso cuando estaba próximo a la edad del retiro y en unos Mundiales.Stoichkov: genio y figura. Peleaba los balones, se fajaba con los rivales y discutía con los árbitros. Era un hombre y destacaba entre tantos yogurines que van de estrellas, ese tipo de presumidos que siempre han existido en el fútbol. Lo que le convirtió en un superclase fuera de serie consistió en unir a su energía explosiva una depurada técnica, por momentos casi inverosímil. Era el sueño de un entrenador porque empujaba el equipo hacia la victoria y además sacaba petróleo donde no había nada. Podía salirte con un remate letal desde cualquier parte. Y cuando encaraba la portería lo hacía en tromba. Era imparable.La banda izquierda siempre fue suya. Nadie logró neutralizarle. El mejor marcaje de su vida se lo hizo un grancanario de Santa Brígida, Pedro Luis, cuando el satauteño jugaba en el Lleida. Fue una lucha desigual entre un defensor joven y un Stoichkov maduro. Tampoco se jugaba el Barça en aquella cita nada importante y Stoichkov era de los que se crecían ante las grandes ocasiones. Aquel día simplemente decidió no despeinarse, al margen de que Pedro Luis hizo el mejor partido de su vida.
Stoichkov era la rabia acumulada, una dinamo cargada de energía eléctrica que mientras más pasaban los minutos en el cronómetro mejor rendía. Podías ver a veintidós jugadores en el campo, quienes fueran, que cuando Stoichkov jugaba sólo veías uno. Él mismo. El irrepetible. Era diferente, tenía ese algo especial que diferencia a los astros de los demás mortales. Era un semidiós del balón, una figura legendaria y heroica por los servicios rendidos al club blaugrana, un centauro por potencia física y destreza superlativa. Si con el CSKA venía avalado por haber ganado 3 ligas, 3 copas y 1 supercopa búlgaras, con el Barcelona no hizo más que acrecentar el mito viviente de su figura. Vestido de azulgrana ganó 5 ligas (entre ellas 4 seguidas, una detrás de otra), 2 Copas del Rey, 4 Supercopas, 1 Copa de Europa, 1 Recopa y 2 Supercopas europeas. Se llevó a las vitrinas blaugranas 5 torneos "Joan Gamper" y 2 trofeos "Teresa Herrera". Fue el máximo goleador de la Champions en el año 1994 y elegido como mejor futbolista de Europa por votación de los lectores de la revista francesa "Onze Mondial". Por si faltaba algo, recibió el Balón de Oro en 1994 siendo jugador del Barça, equipo en el que llevaba para entonces una trayectoria de cuatro años, pues fue fichado en 1990 por la cantidad de casi dos millones y medio de euros. Obtuvo más premios al mejor goleador, "golden foot", etcétera, fue el máximo realizador del Mundial de EE. UU. en 1994 (con 6 goles en 7 encuentros), marcó tres goles en tres partidos de la Eurocopa de Inglaterra en 1996, y ganó más títulos todavía, como por ejemplo 2 Copas de Cataluña, pero todo eso es letra pequeña en una carrera tan grande. Lo vi hace dos temporadas como entrenador cuando lo fichó el Celta de Vigo y me apenó ver que su pelo se había teñido de blanco. Claro que fue un error de percepción por mi parte. No es que estuviera envejeciendo, era que como un corcel alado suele volar rozando con su cabeza las nubes. Y no va montado en un Pegaso ni como auriga en un carro de bronce. Es la potencia de sus piernas de centauro y el enorme coraje que demostró como futbolista de donde saca las fuerzas que lo transportan tan arriba y tan alto, muy por encima de nosotros.
Stoichkov y Mourinho sonrientes y triunfantes
La noche que Hristo le dio su gol nº 100 al Barça
Las botas con las que marcó su gol nº 100 en el Barça
La camiseta de Stoichkov en el museo del Barça
Hristo Stoichkov con una pareja de su misma especie
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