viernes, 13 de febrero de 2009

El guardameta más espectacular de la historia


Opinar sobre quién ha sido el mejor portero de todos los tiempos es difícil. Yo no vi jugar a Zamora, que defendió los colores del Barça; ni a Platko, que además de ser culé fue cantado por Rafael Alberti. Pero creo que he visto bastantes para elegir a uno. Y me quedo con Vítor Baía. No me importa que hubiera partidos en que, hasta donde yo sé, encajara cuatro goles. No me importa que hubiera veces en que se equivocaba. Era humano, no un robot. Lo que cuenta era el prodigio de sus estiradas, la rapidez de sus reflejos y la espectacularidad de sus palomitas en el aire. Ha habido porteros más felinos que él, como Daniel Carnevali; más intimidantes y seguros, como Andoni Zubizarreta; más equilibrados y completos, como José Ángel Iríbar o Luis Miguel Arconada. La cuestión no está ahí. Lo que importa es la magia. Y Vítor Baía se sacaba de la manga espejismos de paradas imposibles. Transmitía algo más que seguridad a sus defensas, aportaba la sensación de que éstos tuvieran detrás una especie de aura intraspasable. Para mí verlo jugar era una fiesta. Y encima tenía delante a una defensa irrepetible de lo buena que era. Sólo mencionar sus nombres ya es disfrutar del fútbol, y eso que su misión no era primordialmente atacante, aunque subían arriba a la menor oportunidad. Me estoy refiriendo a Laurent Blanc, Fernando Couto, Gheorghe Popescu, Abelardo, Nadal, Ferrer y Sergi Barjuán, por mencionar algunos de los que fueron sus compañeros en la zaga del Barça.Ganó cinco ligas en Portugal, una Copa de la UEFA y una Copa Intercontinental militando en las filas del Oporto. Además, mantiene todavía el récord de imbatibilidad en aquel país con 1.191 minutos sin saber lo que es recoger un balón desde el fondo de la red de su portería. Con el F.C. Barcelona alzó una Recopa de Europa y una Copa del Rey, y eso que estuvo activo apenas una temporada entera porque las lesiones en sus rodillas no le permitieron rendir más. Disputó 80 partidos con la selección portuguesa, llegando a cuartos de final en la Eurocopa del año 1996 disputada en Inglaterra y a semifinales en la Eurocopa del año 2000 celebrada en Holanda y Bélgica.
Vítor Baía es en realidad un símbolo para la ciudad de Oporto, pues nació muy cerca, en Sao Pedro da Afurada, y fue allí donde debutó con 19 años y se retiró con 37. Eso es indiscutible. Ahora bien, su paso por el Barça fue como una ráfaga de aire puro, como un soplo del céfiro que pintara Botticelli en El nacimiento de Venus, como un rayo de oro que traspasó los corazones de los aficionados azulgranas que vimos en él a una figura legendaria distinta al resto de los mortales, a un arquero que mereció obtener la posteridad celebrado por el poeta griego Píndaro, porque con sus 1'86 metros de altura y su agilidad era más un atleta olímpico que un simple futbolista. En efecto, Vítor Baía habita desde su retirada en el Olimpo de los Dioses del Balón, donde fue a instalarse tras desembarcar en el atlántico Oporto e irse después a otro puerto mediterráneo, el de Barcelona, justo en el cénit de su capacidad y su gloria.


Vítor Baía estirándose en una de sus paradas impecables


Vítor Baía colocando la barrera de su línea defensiva que era una muralla férrea


Vítor Baía, el bastión inexpugnable


Vítor Baía alzando los brazos triunfante


Vítor Baía besando la Recopa de Europa ganada con el Barça frente al París Saint Germain en Rotterdam


Fernando Couto, Ronaldo el joven, Vítor Baía y Judas Figariote


Bobby Robson, Fernando Couto, "Gica" Popescu y Vítor Baía celebrando la IV Recopa del Barça en 1997

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