jueves, 26 de febrero de 2009

En el invierno del patriarca


Este libro recoge tres entrevistas realizadas a Ernst Jünger en su vejez. El escritor alemán rondaba los cien años de edad y estaba en pleno uso de sus facultades. Las grandes pasiones de su vida fueron la literatura, la entomología, la botánica y los viajes.
Nació en 1895, el año en que un compatriota suyo, Wilhelm Röntgen, descubre los rayos x y el asunto Dreyfus acapara la atención política. Por eso sentía haber nacido con la apertura de la modernidad, pues las radiografías fueron el primer paso que posibilitó la investigación atómica, mientras que el caso Dreyfus abrió las puertas al peso de la opinión pública sobre la actividad gubernamental y con ello al ejercicio de la democracia efectiva en las esferas del poder.
Combatió en la I Guerra Mundial leyendo el Orlando furioso de Ludovico Ariosto y recibiendo por sus actos de valor una condecoración militar. Estudió Ciencias Naturales en Leipzig, fue censor para la Werhmacht en el París ocupado por los nazis entre 1939 y 1944, recorrió medio mundo desde las islas Canarias hasta las Seychelles y su obra completa abarca más de 18 volúmenes si les añadimos los diarios de senectud que escribió después de que se recopilaran.

Wilhelm Konrad Röntgen (Lennep, 1845 - Munich, 1923)


Aunque Goebbels y Goering querían eliminarlo, Hitler dio la orden de no tocarlo seguramente por respeto a su participación como soldado en el frente francés, concretamente en el regimiento de fusileros "Prinz Albrecht von Preussen", desde 1914 hasta 1918. Para un hombre que alcanzó a vivir los 103 años, sorprende que en aquel entonces fuera herido hasta en siete ocasiones. La muerte ronda siempre montando guardia, pero a veces se duerme en alguna de sus garitas de vigilancia.
Jünger nació pues, en medio de un clima de optimismo finisecular que pronto la guerra vino a echar abajo. Tuvo la oportunidad de ver el cometa Halley por segunda vez: primero en 1910 desde Hannover y mucho más tarde, en 1986, aunque para poder divisarlo tuvo que desplazarse hasta Singapur, Malasia y Sumatra. Asombrosamente, no fue ningún accidente de avión o automóvil el que puso en peligro su vida, sino la picadura de una minúscula garrapata en 1993 cuando tenía la edad de 98 años.

Cometa Halley

Una idea básica en la que cree es la de la no alteración de la masa cósmica, pues lo que por un lado estalla por otro se consume: "La potencia del cosmos se mantiene siempre idéntica, no hay progreso ni regresión, aceleración o desaceleración que la puedan modificar. Lo que cambia son solamente las figuras, las formas". Aplicado al devenir histórico viene a coincidir con la idea de los ciclos que tomaron de la religión hinduista tanto Nietszche (con su teoría del eterno retorno) como Spengler. Éste último se posicionaba en contra del concepto del progreso lineal de la Historia, pues en realidad las civilizaciones conviven en un período histórico determinado aunque se hallen en diferentes grados de perfeccionamiento evolutivo. Para Oswald Spengler, además, las culturas y civilizaciones son como los individuos a la larga, es decir, que también nacen, crecen, se reproducen y mueren. Posiblemente nuestra civilización occidental esté marchitándose y una prueba quizá sea el nihilismo imperante tan bien expresado por Léon Bloy: "Dieu se retire", ("Dios se retira").

Oswald Spengler (Blankenburg, 1880 - Munich, 1936)


13 de abril de 1912: el Titanic se cruza con los primeros icebergs sobre el Atlántico


El naufragio del Titanic en 1912 fue una advertencia a la fe ciega en la tecnología, un contrapunto al horizonte feliz que la ciencia dibujaba. En efecto, los accidentes son los que vienen a recordar a los hombres que no son dioses, que no son omnipotentes, que son falibles. Karl Marx dijo que ya no sería posible escribir una Ilíada después de la invención de la pólvora. En la actualidad vivimos en un mundo donde lo que cuenta son los actos y no el canto poético que se haga de los mismos. Por lo tanto, vivimos en una época donde está enterrada la lírica y con los medios audiovisuales la literatura retrocede volviendo a adquirir los tintes de la oralidad en que naciera. Basta leer la cantidad de basura que circula por Internet o fijarse en el destrozo lingüístico infligido al idioma en los mensajes enviados por teléfono móvil para cerciorarse de lo que está ocurriendo.

Noche del 14 de abril de 1912: el Titanic se hunde

Las imágenes implican una especie de alfabeto potente, directo y fácil, y a la articulación de imágenes de vídeo está sucumbiendo y empobreciéndose la mentalidad de los nuevos homo sapiens. Jünger nos ofrece otra máxima de su pensamiento que probablemente no sea suya, pero que sabe hacer propia: "Lo que es verdaderamente bello no puede no ser ético, y lo que es realmente ético no puede no ser bello". Hoy pululan instructores imbéciles que como el Pangloss de Voltaire creen y pregonan que este mundo modernizado es el más perfecto de los posibles. A pesar de que sondeos como el informe Pisa revelan el descalabro educativo de nefastas proporciones que padecemos, siguen erre que erre autoalabando sus métodos pedagógicos que sólo producen la peor clase de ignorantes: los que creen saber sin saber que no saben. A ver cuándo se enteran de que son instrumentos que el poder político utiliza para despersonalizar y manipular a los jóvenes que se están maleducando.


El Titanic en el fondo del mar (a 3 kms. de profundidad)

Jünger no cree en las discusiones ni en las polémicas porque en ellas no hay tono dialogante sino ruido. El siglo XXI en el que estamos el intelectual tendrá que aletargarse porque "los actos serán más importantes que la poesía que los canta y que el pensamiento que los refleja. Será una edad muy propicia para la técnica, pero desfavorable para el espíritu y la cultura". Efectivamente, en esa situación estamos, y por eso mismo considero la lectura apasionada y la escritura que de la reflexión se derive un acto de resistencia cívica, una rebelión individual contra la estandarización de la estupidez con la que desde los medios se pretende anularnos como seres pensantes con creatividad e iniciativa propia para que no interfiramos en las estratagemas de sus corrupciones.

Ernst Jünger (Heidelberg, 1895 - Wilflingen, 1998)

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