jueves, 21 de enero de 2010

En Roma está la Historia, en Roma está mi vida



ROMA, INMORTAL METRÓPOLI

Están clavadas tres cruces junto a los caminos que conducen a la ciudad perpetua: una señala la iglesia donde descansa la tumba de San Pablo, las otras dos indican dónde yacen enterrados San Lorenzo y San Esteban. Fuera del recinto antiguo que formaban las murallas aurelianas se encuentran las catacumbas que muestran centenares de esqueletos en nichos al descubierto porque hace mucho tiempo que robaron las lápidas de mármol. Roma saqueada, Roma objeto de rapiña, Roma invadida, Roma víctima del expolio, pero Roma sigue guardando tesoros por mucho que la desvalijen. Roma seguirá siempre viva.




Fontana di Trevi di notte


Para sentir cómo era una antigua población romana, basta con empezar nuestro viaje por el puerto de Ostia Antica. Allí, los carreteros que traían el grano de Egipto desembarcado por Tarento en el sur de la península itálica, nada más entrar tenían a mano derecha unas termas para lavarse. Por eso llevan su nombre. Son las Terme dei Cisiani (“Baños de los que conducían carros”). Proseguían su camino, como ahora podemos hacerlo nosotros, y se encontraban la taberna de Fortunato donde reponer fuerzas y mojar la garganta. A continuación tramitaban la descarga de los cereales en unos grandes almacenes que todavía se conservan, y al atardecer disponían de un teatro justo al lado para dar rienda suelta a su afán de diversiones: lucha de gladiadores o carreras de cuadrigas en las que apostaban.



Teatro de Ostia Antica



Apenas unos metros más allá estaban las letrinas públicas que disponían de una fila de 20 asientos en línea. Enfrente otro restaurante, el Thermopolium, por si necesitaban un menú en condiciones. Por los alrededores había templos para agradecer el buen fin de sus mercancías y el provecho de las negociaciones. Por último, podían alquilar habitaciones en edificios cuyo tope era de cuatro plantas o comprar en el mercado de Macello. Una estatua de Minerva les saludaba al cruzar la porta romana de entrada. Un lupanar a su disposición les despedía antes de marcharse si ésos eran sus deseos. Había templos dedicados a Mitra, dios del sol de origen persa, y a Júpiter el fulminador, magnífico ejemplo de convivencia y tolerancia religiosa.


Ruinas de la ciudad portuaria de Ostia Antica



Otra manera de llegar a la ciudad fundada por los etruscos sería desde el noroeste, a través de Tívoli. Quizá sería mejor para quienes ansiamos una temperatura más fresca como las familias poderosas que construyeron allí sus villas. El palacio imperial más grande jamás proyectado aún se mantiene en pie, aunque medio derruido. Lo ordenó levantar Adriano cuando ya estaba viejo y enfermo y había perdido a su amante juvenil Antínoo. Contaba en su época de esplendor, allá por el año 133 de nuestra era, con baños, teatros, jardines, peristilos (patios), lagos, termas, estanques, túneles, fuentes, estatuas y bibliotecas, porque el emperador de origen hispano apreciaba el arte y las letras de un modo exquisito.



Estanque de la Villa de Adriano



No muy lejos, yendo hacia arriba, obtendremos el placer de visitar la fastuosa Villa d’Este, construida por un nieto del espeluznante Papa Borgia. Se llamaba Hipólito, llegó a cardenal, pero no al papado, por lo que en venganza se resarció haciendo un derroche de dinero colocando frondosas terrazas con profusa vegetación, cascadas de agua, esculturas y efectos especiales de sonido prodigiosamente maravillosos. Aquí Augusto fue advertido por la Sibila Albunea del advenimiento del cristianismo. Lo que no predijo fueron los crímenes por envenenamiento del Papa Alejandro Borja el valenciano, padre de Lucrecia Borgia que le dio como nieto a Hipólito II.



Villa d'Este en Tívoli



Avanzando a pie o en bicicleta por la Via Appia aún se puede comprobar a simple vista el desgaste provocado por las ruedas de los carros en los adoquines basálticos extraídos de las colinas adyacentes. La residencia papal de verano en Castelgandolfo sobre el lago Albano, cerca de donde antiguamente se asentaba la II legión de soldados, quedará atrás dejando una estela de castillo o campamento fortificado para defenderse de las agresiones sarracenas, que es para lo que fue hecha en un principio. Atravesando tierras de vinos nos adentraríamos en el corazón de la ciudad a través del monte Aventino.


Restos de las Termas de Caracalla



 

Las termas de Caracalla nos darían la bienvenida para, a continuación, seguir bordeando el Circo Massimo donde Nerón corrió como un auriga en un carro tirado por diez caballos. Lo que hoy es un campo de césped oblongo y estirado acaba en la plaza de la boca de la verdad. Las mujeres medievales que introducían la mano en la boca del dios Neptuno eran mordidas si habían cometido una infidelidad. Hoy este disco pétreo, que probablemente fue una tapa de alcantarilla, se encuentra en el pórtico de la iglesia de Santa Maria in Cosmedin. Frente a su fachada, si giramos la vista hacia la izquierda, veremos un templo dedicado a Vesta junto al Tíber.



Bocca della Verità



 

Ya estamos en Roma, ya la historia antigua nos acaricia. El teatro de Marcelo y el templo de Apolo Sosiano nos admiran antes de parar en la fuente de las tortugas tallada en 1580 por Taddeo Landini. Llegados a este punto, el viajero querrá más, querrá llegar a descubrir el lugar donde mataron a Julio César y lo encontrará en la manzana de casas edificada sobre lo que fue el teatro de Pompeyo, su yerno y enemigo número uno. Para lograrlo, habrá tenido que dejar la isla tiberina a la izquierda con su iglesia de San Bartolomeo cimentada sobre un templo consagrado a Esculapio, dios de la medicina o la farmacopea de entonces.


Marco Antonio
El hombre que compartió el amor y la guerra con César



Cumplido el peregrinaje cesariano, quedará como mínimo rendirle un pequeño homenaje en la Vía Sacra donde su cadáver fue mostrado al pueblo romano y el gran Marco Antonio leyó su testamento. Avanzaremos torciendo a la izquierda para otear el majestuoso Panteón erigido por Agripa y del que se extrajo el bronce de la cúpula para que Gian Lorenzo Bernini pudiera construir el formidable baldaquino del altar en la catedral de San Pedro.



El fastuoso baldaquino de Bernini



La luz, que entraba por su orificio redondo en el techo, hacía resplandecer al mediodía la figura del sumo sacerdote cuando hacía acto de presencia. No hay que desfallecer, no hay que desmayarse. Sólo hay que retroceder, tras girar a la derecha, porque nos espera el templo de César donde sus restos fueron incinerados. A un lado veremos el Coliseo en el lugar donde estaba el lago de la Domus Áurea y una gigantesca estatua de Nerón. Entraremos por el sitio que flanqueaba un templo dedicado a Venus y otro a Rómulo, dejando a nuestra espalda el Arco de Triunfo de Constantino. Nos veremos abrumados por los restos arqueológicos de más basílicas, como la de Majencio, columnas como las del templo de Antonino y Faustina, atrios y cámaras como las habitaciones de Livia y Octaviano, pero ya está.



Templo de Antonino y Faustina



Aquí, en el estrado de la Rostra embellecido con escudos de barcos enemigos, fue mostrado el cuerpo inerte de Julio César profanado por 23 heridas de arma blanca sobre un sepulcro de oro en el mes de marzo del año 709 ab urbe condita o, para entendernos mejor, en el año 44 antes de Jesucristo. Aquí por fin me inclino para reverenciar su memoria. Aquí me siento y medito, imaginando que me dirijo al gran general para decirle: Ave, César, los que vamos a morir te visitamos, gracias a que aún sigue existiendo tu Roma eterna, la Roma que será infinita por los siglos de los siglos.


Caius Iulius Caesar Augustus
Estatua situada en la Vía de los Foros Imperiales

2 comentarios:

  1. Adrés, idéntico recorrido, casi exacto al que hice en marzo pasado...piedra a piedra. Ostia, con sus thermopolium, una aún tiene el mostrador y estantes, y pinturas, en esa ciudad portuaria se respira la Roma antigua casi como en Pompeya y Herculano, en el foro de las corporaciones con los mosaicos con teselas blancas, grises y negras, los escudos de los armadores...Y en Tívoli, en el Canopo, tendidos en el triclinio, vemos el estanque y soñamos con el bello Antinoo.
    y Pranestre, templo a Victoria levantado por Sila, adosado al monte con rampas para ascender, una maravilla. Via Ostiense con la zona funeraria antes de entrar a Ostia, vi allí columbarios y tumbas como pequeños habitáculos con urnas !aún guardan las cenizas de los difuntos! Via Apia, las Catacumbas y la Tumba de los Metelos y...
    En el Tiber, la isla Tiberina hospital como lo era en época romana, templo a Esculapio, puentes Emilio, Fabricio...En la otra orilla, Ara Pacis, restaurada, Pax de Augusto, y más abajo Foro Boario, templo intacto a Portumo y el redondo a Hercules, similar al de Vesta en el Foro Antiguo, inspirados en los tholos griegos.
    Ayyy Roma, jamás se termina de verla ni de admirarla, en toda su belleza de todas las épocas, expoliada, sus piedras romanas para las iglesias, sus bronces, el Anfiteatro Flavio Coliseo, desnudo de sus mármoles y esculturas, las tejas del Panteón fundidas creando campanas y baldaquines, para que se luzcan Borrominis y Berninis. ¿Qué dirían Livia y Augusto, desde sus cámaras deliciosamente pintadas, en el Palatino, si contemplaran la Roma actual? !Ave, Roma!

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  2. Veo tu post justo antes de ponerme a comer, así que tengo que volver a leermelo todo. ¡Cómo me gusta encontrarme a Roma aquí! Besos.

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