Leí este volumen de ensayos arrastrado por el entusiasmo del escritor Juan Manuel de Prada, quien lo rescató del olvido poniéndose al cuidado de su edición seleccionando los textos, insertando notas aclaratorias al final y prologándolo. La veneración que compartimos por Gilbert Keith Chesterton hizo el resto a modo de certificado de garantía. Y no me ha decepcionado. Prada tiene razón cuando afirma que Castellani forma parte de ese escogido grupo de pensadores que te hacen sentir más inteligente al leerlos.
En el libro hay hallazgos tan felices como esa crítica a la moderna pedagogía "que sabe lo que hay que enseñar al niño pero no tiene idea de lo que quiere hacer del niño". En efecto, según Castellani "se ha producido el temible fenómeno de la falsificación de la cultura, se ha sacrificado la calidad a la cantidad y se han multiplicado, abaratándolos, los centros de enseñanza con menosprecio del vigor (de la sabiduría)". Para Castellani "nuestra enseñanza no da formación", "hoy día con el progreso moderno todos somos doctores", "la enseñanza se ha especializado en la producción de medioletrados, y eso en tal cantidad que ya no es posible distinguir entre ellos al letrado (verdadero)". (La televisión nos pervierte en una) "correntada de tonterías, sentimentalismos y mala educación". Los pedagogos progresistas aún no se han enterado de que "un hombre puede llevar al río un caballo, pero ni diez hombres pueden hacerlo beber si no quiere", y así estamos estabulando manadas de alumnos reacios o alérgicos al aprendizaje y convirtiendo los colegios e institutos de enseñanza secundaria en cadenas de producción de ignorantes en serie. Y todo ello adobado con la soberbia y la estulticia de profesores que parecen encantados de haberse conocido a sí mismos y que creen haber hallado la piedra filosofal de convertir en oro toda la materia gris que tocan, pero lo único que están haciendo es camuflar la burricie con alforjas para los mulos, es decir, maquillando el fracaso con calificaciones artificiosas para distintas competencias cuando la incompetencia es absoluta.
"La verdadera escuela de hoy es el diario (léase vídeojuegos e internet) y el espectáculo (televisión), (ambos) están muy industrializados, entregados al mercader y sojuzgados a la ley del lucro. Dime quién te divierte y te diré quién te domina". "La prensa seria (...) no educa al país, lo deseduca, lo embrolla, lo desvae, lo hace pensar en lo que no le importa, perder el sentido común que le queda". Vivimos en un mundo que "no tiene más ideal que el de hacer plata", por lo que no sería extraño que le ocurriera como al triunviro Marco Licinio Craso quien, tras ser derrotado en la batalla de Carras, no sólo le fue cortada la cabeza, sino que encima el rey parto Orodes II ordenó derramar oro líquido sobre su boca abierta al tiempo que le decía: "¿No es esto lo que venías buscando desde siempre? Anda, hártate ahora". (Cita extraída de Juan Eslava Galán en Roma de los Césares, Barcelona, Planeta, Booket, 1998, página 26).
Ahora que muchos sueñan esperanzados con el nuevo presidente americano Barack Obama, Castellani nos recuerda el dicho de que "no hay primavera que no pueda helarse". Sí, este libro tiene la rara virtud de estar de rabiosa actualidad pese a que mucho de lo escrito en él pase de los cincuenta años y su autor haya fallecido en 1981. Nos advierte que la gente cuanto menos vale, más se hincha, como algunos poetas que se dan "una importancia bárbara" y sus versos puede que no sean más que los "escarceos vaporosos de un melancólico dormilón y
poseur". "Cada quisque en esta vida debe decidirse a soportar lo mismo que un cierto grado de corrupción y de injusticia, una cierta suma de estupidez en el ambiente, por aquello de que los hombres serán hombres mientras el mundo sea mundo". Trae incluso a colación una cita lapidaria de Séneca: "Todo la muerte reclama: ley es, no pena, el morir. Este mundo en un tiempo será nada".
Castellani además nos ofrece un retrato exacto de lo que ocurre en nuestros días con estas palabras: "sin el principio estructurante de lo superior, la religión del plebeyo es superstición, la democracia es demagogia y el estilo plebeyo es simplemente falta de estilo". Y "la moral existente (dominante) es un gran trampantojo usado por los enfermos para dominar a los sanos". Yo añadiría que también por los delincuentes para domeñar a los cívicos o a los que han escogido el duro camino de la honradez. Éste que expongo a continuación sería el credo del hombre (de izquierdas) según Castellani recuerda que una vez se lo leyó un tío suyo:
"Creo en la Nada Todoproductora de donde salió el Cielo y la Tierra.
Y en el Homo Sapiens su único Hijo, Rey y Señor
que fue concebido por evolución de la mónada y el mono.
Nació de la Santa Materia.
Bregó debajo del negror de la Edad Media.
Fue inquisionado, muerto, achicharrado.
Cayó en la miseria. Inventó la Ciencia.
Ha llegado a la era de la Democracia y la Inteligencia
y desde allí va a instalar en el mundo el paraíso terrestre.
Creo en el libre pensante, la civilización de la máquina,
la confraternidad humana, la inexistencia del pecado,
el progreso inevitable, la rehabiliatción de la carne
y la vida confortable. Amén".
Como conclusión, y a modo de apostilla, creo que valdrían estos versos de un poeta argentino al que Castellani recurre sin descubrirnos quién es, posiblemente por tratarse de alguien muy popular en la Argentina de aquel entonces. (A mí me evocan al Martín Fierro de José Hernández, pero no estoy seguro):
"A un hombre que se quiere engañar
¿Qué castigo le hemos de dar?
Dejarlo que se engañe, mi amigo.
¡No hay peor castigo!"
Leonardo Castellani (Santa Fe, 1899- Buenos Aires, 1981)