Lo conocí en la revista ovetense Clarín cuando publicaba unos ensayos sobre escritores malditos que me derritieron. Le seguí la pista en el periódico ABC, donde todavía le leo. Casi de inmediato vino el deslumbramiento de Las máscaras del héroe. Creo que es el nieto literario de Camilo José Cela y el hijo legítimo de Francisco Umbral, al menos en cuanto a preocupación formal se refiere. Sé que los urdidores de tramas como Juan Marsé llaman a los textos de los estilistas "prosa de sonajero", pero es una crítica imbécil, porque sin belleza en las formas no hay buena literatura. Quizá ni literatura siquiera.
JUAN MANUEL DE PRADA BLANCO
El mayor talento joven en craso estado puro.
El deslumbramiento más contumaz de nuestra narrativa.
El hombre nacido para escribir como el oro,
un metal precioso que forja una escritura bíblica
con su pluma. No se detiene su creatividad
ante nada. Veinticinco minutos necesita
para lustrar una columna. Las máscaras del héroe
es la mejor obra de una década que periclita
perdurando para siempre como referencia suya.
Mezclar la prosa con la poesía sin que aturda,
la lujuria verbal con la certeza discursiva:
he ahí la propiedad de un autor definitivo
aunque sea tan joven que provoca infame envidia.
No necesita invocar musas: moran a su cobijo.
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