Éste es el libro con el que Paul Auster empezó a triunfar en España, según su editor Jorge Herralde. Cuenta las peripecias en busca de una identidad por parte de Marco Stanley Fogg, un joven que refleja algo de la propia experiencia del escritor en algunas grandes ciudades norteamericanas.
Contiene tres partes que casi podrían separarse como si fueran relatos diferentes. La primera es magnífica, sobre todo cuando narra el descenso del protagonista a los infiernos de la pobreza. Marco llega a comer basura de las papeleras y a dormir al raso en el Central Park de Nueva York: "Tardé un tiempo en adaptarme, pero una vez que acepté la idea de llevarme a la boca algo que ya había tocado la boca de otro, encontré un sinfín de comida a mi alrededor. Cortezas de pizza, pedazos de perritos calientes, restos de sandwiches, latas de gaseosa parcialmente llenas salpicaban el césped y las rocas y las papeleras casi reventaban por la abundancia. Para combatir mis remilgos empecé a ponerles nombres graciosos a los cubos de basura. Les llamaba restaurantes cilíndricos. (...) Una noche me persiguió una pandilla de chavales por Sheep´s Meadow y lo único que me salvó fue que uno de ellos se cayó y se torció un tobillo. Otra vez, un borracho belicoso me amenazó con una botella de cerveza rota."
La historia central deriva hacia el encuentro con un ser extraño. Un anciano en una silla de ruedas que Marco descubre porque busca trabajo como cuidador de personas mayores que no pueden valerse por sí mismas. Ésta sería la segunda parte, a la que podríamos calificar de buena porque mantiene el interés del lector. La tercera, en cambio, trata de mantener la tensión lectora con un "deus ex machina": el hallazgo del padre de Marco. Sorpresivo, pero un poco forzado y casi gratuito. La intensidad narrativa decae y se llega a un final que simplemente viene a ser el cese de lo que se nos cuenta. No hay objetivo, no hay finalidad, algo muy común a la novelística moderna desde que la transformaron los vanguardismos.
Paul Auster tiene fama de ser un escritor para pijos y demás yuppies o niños de papá de los estamentos sociales adinerados y de las clases medias venidas a más o a menos. Al margen de los estereotipos que proyecte su imagen y su leyenda envuelva, me inclino por pensar que es un urbanita con una gran capacidad de observación, una precisa destreza narrativa y una espontánea sencillez en el uso del lenguaje. Auster es un hombre que si no ha sufrido todo lo que cuenta, al menos lo ha visto padecer en otros, lo cual no es relevante desde el punto de vista literario, pero sí desde el humano. También es imaginativo, y no porque se saque ases de la manga inauditos o increíbles, sino más bien porque estira la realidad hasta exagerarla y desviarse por vericuetos inesperados. En suma, estamos ante un buen escritor que con Trilogía en Nueva York logró instalarse entre los grandes.
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947)
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