Merece la pena pagar los casi 17 euros que cuesta. Podría entrar en la categoría de los libros de "antiayuda", como el propio autor ironiza. Contiene algunos descuidos que indican apresuramiento imperdonable porque ya va por la 11ª edición y ha tenido tiempo de corregirlos el editor o quien sea. Me refiero, por ejemplo, a confundir la rima consonante con la asonante en la página 50, escribir "develes" en lugar de "desveles" en la página 110, o el uso del subjuntivo "cobre" cuando lo que requiere el sentido de la frase es el indicativo "cobra", en la página 160.
El tan denostado por antipático Risto Mejide tiene un detalle involuntario en su biografía que lo hace entrañable para mí, y es que nació en Barcelona, concretamente en 1974. Es un hombre al que le gusta jugar con las palabras como los poetas que han terminado trabajando de creativos publicitarios. El libro está plagado de ocurrencias léxicas como "textosterona", "pasalela" por "pasarela", "psicrobacias" (psico + acrobacias), "jaté" por "fíjate", "microemocionía", "aformismo" por "aforismo", "Bitches Always" por "British Airways", "calenta-mienten global" por "calentamiento climático", "intermiediarios" por "intermediarios", "misteriorízate" (sustantivo "misterio" verbalizado), "miedocres" y un variado etcétera que demuestra el influjo de los anuncios publicitarios y el afán lúdico en el bagaje cultural y la forma de pensar del autor.
Mejide critica que la radio no haya cambiado sus fórmulas de presentación en 40 años y que si eso le hubiese ocurrido a la caja tonta hoy no veríamos telebasura sino algo peor: la "telepodrida". Parece una justificación para sus incursiones en el medio como juez implacable de los aspirantes a triunfitos, porque en realidad el formato no debería ser más importante que el contenido, a no ser que el medio sea el mensaje por sí mismo y esté vacío. En literatura la forma es lo que más importa, sí, pero como molde adecuado de ideas o historias que tengan algún peso específico. Criticar la receta de las tertulias radiofónicas sin aportar una alternativa es fácil y tampoco veo que se deba cambiar algo que funciona por el prurito pijo de la modernización o la evolución imparable: todos sabemos que el tiburón lleva 250 millones de años sin cambios anatómicos y le ha ido muy bien hasta ahora.
Mejide critica que la radio no haya cambiado sus fórmulas de presentación en 40 años y que si eso le hubiese ocurrido a la caja tonta hoy no veríamos telebasura sino algo peor: la "telepodrida". Parece una justificación para sus incursiones en el medio como juez implacable de los aspirantes a triunfitos, porque en realidad el formato no debería ser más importante que el contenido, a no ser que el medio sea el mensaje por sí mismo y esté vacío. En literatura la forma es lo que más importa, sí, pero como molde adecuado de ideas o historias que tengan algún peso específico. Criticar la receta de las tertulias radiofónicas sin aportar una alternativa es fácil y tampoco veo que se deba cambiar algo que funciona por el prurito pijo de la modernización o la evolución imparable: todos sabemos que el tiburón lleva 250 millones de años sin cambios anatómicos y le ha ido muy bien hasta ahora.
Lo mejor de este libro es que su autor se sincera y además es inteligentísimo. No sólo aprovecha la sinergia del tirón televisivo para vender miles de ejemplares, lo cual me parece lícito, sino que además da la impresión de haberlo escrito en un pis-pas, y así y todo sus 192 páginas (numeradas al revés, no por vanguardismo, sino por poner en práctica algo del espíritu renovador que predica, como hace con un capítulo entero que publica al revés, es decir, invertido), bien valen lo que cuestan.
Cervantes decía que se aprende siempre algo bueno hasta del libro más malo, y aquí abundan las observaciones valiosas del tipo "crecer es aprender a despedirse", "no existen ataúdes para dos" (con lo que subraya que siempre nos morimos solos), o aquello que parece sacado de algún ensayista (al estilo de Gilles Lipovetsky) cuando afirma que del "show business" hemos pasado al "share business", es decir que hoy, según la cantidad de audiencia que seas capaz de concitar, tanto vales. Voy a poner ejemplos, porque es mejor leerlos directamente que no de segunda mano. Aquí va una buena lista de eufemismos que utilizamos y que Risto compila:
"En vez de sin salidas, máster. En vez de tiene cara de viejo, se parece a su padre. En vez de esclavo, empleado. En vez de incompetente, jefe. En vez de nos aguantamos, salimos juntos. En vez de hace tiempo que nos aguantamos, somos novios. En vez de piso sin paredes y hecho mierda, loft con muchas posibilidades. En vez de zulo, ideal parejas. En vez de donde Cristo perdió las lentillas, zona tranquila. En vez de rebaño, audiencia. En vez de consume, disfruta. En vez de gasta, invierte. En vez de paga más, cuídate. En vez de paga mucho más, deja que te cuiden. En vez de 10% menos de timo, 10% más gratis. En vez de ahora, sólo hasta fin de mes. En vez de te has vendido, te lo has ganado. En vez de nada regalado, todo incluido. En vez de para los que no puedan pagar algo mejor, para todos los bolsillos. En vez de muertos, bajas. En vez de invasión, ocupación. En vez de visión empresarial, misión de paz. En vez de preguntas pactadas, entrevista. En vez de algo para pipas, sueldo. En vez de pringao, mileurista. En vez de barriga sebosa, esos kilitos de más. En vez de solo, single. En vez de arrugas, señales del paso del tiempo. En vez de animal, hincha. En vez de manada, afición."
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