Éste es mi libro de cabecera. El libro fundamental, aquél con el que más feliz he sido leyendo. Una obra íntima y extraordinaria, casi una conversación que fuera como la seda con tu mejor amigo. En tono y profundidad supera todas las expectativas depositadas en él antes de su lectura. Séneca es mi profesor, hermano, consejero y favorito. Creo que se trata del mejor compañero que tendré nunca. Y cómo me hubiera gustado conocerlo. A él y a Tácito, Montaigne o Jorge Luis Borges. Pero no diré que no están ni que llevan mucho tiempo desaparecidos. No, ni hablar, porque ellos se encuentran aquí, siempre que abro las páginas de su mente en cualquiera de sus libros.
LUCIO ANNEO SÉNECA
(Bética, 4 a. C.- Roma, 65 d. C.)
Presérvate bueno allá donde te encuentres.
Ahora que al fin eres agrimensor de sombras
en la tumba. No desconfíes, no te olvidan
quienes apreciamos la medida del hombre
que tú supiste dar en las cartas a Lucilio.
Estás donde estuviste antes de nacerte.
Diste fruto al privilegio de la sabiduría.
En tu Córdoba natal han puesto una estatua
sobre un pedestal a tu nombre. No importa
que los niños la rayen o los desaprensivos
la ensucien o que la gente pase y te confunda
con un político o un soldado desconocido.
Llevan leyéndote veinte siglos, consolando
tus consejos y reflexiones sin que ningún otro Nerón
haya podido ordenar desangrarte de nuevo.
Volveré a leerte pronto. Sigue escribiéndome.
No entres en conspiraciones. Consérvate limpio.
(Poema extraído del libro Breviario de fervores y rechazos, Madrid, Edición Personal, 2006)
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