Las Alcaravaneras, primeros años sesenta. En torno a 1963, el año del magnicidio de Texas. Aquí están algunas de las personas que mejores han sido conmigo. De izquierda a derecha: Soraya, mi madre, mi hermana, Juanita, Ramoncito, mi padre, Ramoncín y Mario. Yo aparezco con sombrero y balde entre Mary y Ramón junior. Mi hermana tachó con bolígrafo rojo su torso desnudo y he tratado de disimular o embellecer ese borrón con tippex. Mario exhibe una pequeña mancha circular de alquitrán en el pectoral izquierdo, lo cual demuestra que el deterioro ecológico de nuestras costas viene de lejos y no de ahora.
De esa vez recuerdo que en la orilla creí pisar el caparazón de un cangrejo y salí huyendo a toda prisa. Era una piedra redonda. También jugábamos con bolas de alquitrán, inconscientes del peligro. Ignorábamos su toxicidad. Supongo que nos parecieron pelotas de tenis gratuitas. Pero lo mejor era la visión imponente de los barcos, el olor a sal y yodo, la arena deslizándose entre los dedos y el agua del mar para refrescarse después de jugar, reír y acalorarnos.
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